MUERTE EN VENECIA
A la muerte, en Venecia,
la llevan a pasear
como a una novia.
Por entre dos azules
la góndola luctuosa
se desliza,
revestida de lentos terciopelos,
y apenas se percibe
el leve golpe
de un remo y otro remo.
La sigue, despaciosa,
tal un jardín flotante,
la que porta el adiós
hecho de rosas
de los amigos.
Y cierran los dolientes
el cortejo,
que se pierde en el mar.
Los acompaña,
con un dedo en los labios,
el silencio.
No lejos la isla espera.
Tras el muro rosáceo
que la ciñe,
suben, altos y oscuros,
los cipreses.
(Octubre, 1999)
Meira Delmar