EN LOS PASEOS PEREZOSOS
En los paseos perezosos, hice míos los restos de la pobreza
agraria: vi colmenas y púrpura; en los ejidos, vi tormentas de
oro y animales ciegos en la contemplación del rocío: vi
los laureles urbiales y en la pureza de los lavaderos madres
arrodilladas sobre el agua.
Pero más adentro, todavía fuera del lugar donde
estuvieron las puertas, la ciudad precipita hacia arriba sus vestigios.
Es un abismo entre cristales, bragas en la coronación de los
taludes un territorio de blancura profanada por pájaros y
lámparas. La lentitud celeste entra en las galerías y su
lengua excita los espíritus sangra dulcemente entre resplandores
y canciones de niñas en los almacenes abandonados.
Antonio Gamoneda