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NI REY NI ROQUE

Todo el que me habla en nombre de Dios
intenta algo contra mi libertad, o contra mi bolsillo.

P. J. PROUDHON

Cuandoquiera en la calle que un mendigo
Topa conmigo, y pedigüeña mano
A mí, su hermano, a quien piedad inspira,
              Ávido estira;

Si vil un cuarto de mi bolsa cojo
Y se lo arrojo, indiferente acaso,
Murmura él, paso, porque yo me halague,
              «¡Dios se lo pague!»

Y en cuanto acaba su sonsaca eterna,
A la taberna, donde está su dicha,
Va, y de su chincha se incorpora un trago,
              ¡Que yo le pago!...

A poco un fraile de mirada aviesa
Se me atraviesa y me presenta el plato,
Donde el reato de los fieles mata
              La pura plata.

Por un responso que entre dientes reza
Le doy la pieza que en su mano aprieta
¡Esa peseta me costó un desvelo!...
              ¿Y si no hay cielo?

Este problema me tortura el alma,
Sin paz ni calma trabajando vivo,
Y no recibo de gozar promesa
              Sino en la huesa;

Sino en la huesa donde todo se hunde,
Donde confunde los despojos yertos
De tantos muertos la callada Tierra
              Y allí los cierra.

Y los arropa en lobreguez y olvido,
Sin que al oído de los vivos nunca
De aquella trunca mascarada un eco
              Perciba hueco.

Ningún difunto a disipar engaños
En tantos años como cuenta el mundo
De lo profundo levantóse listo
              Y dijo: «¡He visto!

»He visto un cielo de fulgores lleno,
En donde al bueno le conceden palma
Porque su alma—¡divinal destello!—
              Creyó en aquello.

»He visto al pobre celestial sus dones
A los santones prodigar ufano,
Y con su mano bendecir a Cristo...
              ¡Sí, yo lo he visto!»

¡No!... Mil centurias de fallida prueba
El hombre lleva sin hallar vestigios
De esos prodigios, o siquier sucesos,
              De tantos sesos!

De donde infiere mi mollera obtusa
Que aquí se abusa por los pillos duchos,
(Que ya son muchos) de la gente idiota
              De mano rota.

Desde el granuja que con arte rara
Pintó Guevara (1) hasta el feliz Vicario,
Que, sin Calvario, de la cruz se cuelga
              Y allí se huelga,

Todos nos chupan con arteras mañas;
Cual las arañas, su enredijo tienden.
Y nos sorprenden el bolsón contrito
              Como un mosquito.

En cambio graznan sin cesar cual grajos:
«Estos trabajos os darán el cielo;
Son un consuelo; preferible holgorio
              Al Purgatorio;

»Al Purgatorio y al Infierno, en donde
Satán se esconde con sus fieras uñas,
Con sus pezuñas y su enorme cola
              Como una estola».

Tal del Embuste y el Terror agentes
Aquestas gentes con lo ageno engordan,
Y se desbordan... del alegre vicio
              Al precipicio...

Que el hombre al hombre que trabaja y suda,
Y en lucha ruda con el mal se agota,
Su pierna rota le remiende, o mano,
              Eso es humano.

Que del palacio en que feliz se yergue
Haga un albergue al miserable el rico,
Ya me lo explico, pues mudanzas crueles
              Truecan papeles.

Que clame y grite solapada secta
Y haga colecta por fundar hospicios,
Donde sus vicios con cautela tapa,
              No se me escapa.

Si algún bimano, musulmán o chino,
En el camino de la vida cae,
Ese me atrae, porque soy su hermano
              Samaritano...

Espinas brota el arrugado suelo,
Del almo cielo el huracán se abate,
Y en el combate con la fuerza y dolo
              Va el hombre solo!

Por eso tiende fraternal abrazo
Y estrecha el lazo de la unión sincera,
La gente Ibera con la gente Indiana
              De hoy más hermana.

Esclavo y Galo por la misma senda
Llevan su tienda en liberal desinio;
Se alza de Arminio el pedestal; y Roma
              No es ya Sodoma...

El hombre solo, pero el hombre sabio,
Mueve su labio, y despeñado brota
De fuente ignota el abundoso río
              Del poderío.

Por eso ¡hosanna! clamoroso grita
En la pena del altar inmenso,
Donde el incienso a la Verdad el hombre
              Le da en su nombre.

Pero que en nombre del Error, mendaces,
Los más audaces nuestra sien humillen,
Y que nos pillen, Libertad, tus dones
              Con ilusiones;

No lo consienta varonil franqueza;
Si la cabeza peligrare en ello,
Irguiendo el cuello gritaremos antes:
              «¡Atrás, farsantes!

»¡Atrás, farsantes, de impiedad modelo;
Caed del Cielo a laborar la Tierra;
Aquí se encierra en redentor olvido,
              Cuanto es y ha sido!...»

autógrafo

Medellín, día de finados, 1891.
Antonio José Restrepo


(1) El autor quiso aludir a Lazarillo de Tormes, que es de Hurtado de Mendoza, y no a El Diablo Cojuelo, de Vélez de Guevara. Perdónesele el quid pro quo en razón de que lazarillos y cojuelos, pillos, diablos y santones, todo es uno.


Parnaso Colombiano (1910)
Francisco Caro Grau


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