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AL MISMO ASUNTO

¡Ay! la tórtola viuda
llora su bello y muerto compañero,
y ensordece la muda
selva, con su gemido lastimero.

Gime sobre la encina
donde arrulló su amigo antes con ella,
la luna peregrina
pasó, y oyó tres veces su querella.

El cierzo se levanta
y sacude los árboles del monte,
y ni el cierzo la espanta
ni la lluvia que anega el horizonte.

Primero que olvidada
su pena, ha de asordar la selva muda;
que es fiel enamorada
la tierna melancólica viuda.

Y era su compañero
como ella amante, hermoso como el día,
y su volar ligero
por el valle a la tórtola seguía.

Solitarias amadas,
vagasteis con la luz por los collados,
y en la sombra, apartadas
os vi, sobre los troncos elevados,

Y tú el cuello escondías
entre las plumas de sus alas bellas,
y a su arrullo dormías
amoroso, al venir de las estrellas

¡Ay tortolilla viuda!
¡Llora tu bello y tierno compañero,
y ensordece la muda
selva con tu gemido lastimero!

Que el fiero azor en tanto
su vuelo sesgo sobre ti avecina,
y ya escucho tu canto
ahogado en la garganta peregrina

El seno que golpeas,
a tu esposo llamando tiernamente,
entre sus garras feas
será regalo de su pico hendiente.

Mas ¡ay triste y viuda
tórtola! si murió tu bello amante,
¿qué importa que a ti acuda
y rompa azor tu seno palpitante?

autógrafo

Carolina Coronado


Carolina Coronado

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Tomado de la página Biblioteca Cervantes Virtual.