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A RIOJA

Rioja vive en ellas,
Rioja en esas flores
que brillan a mis ojos aún más bellas
porque son de Rioja los amores.

Esos albos jazmines
de su pecho llagado,
por enemigos fieros y ruines
fueron el lenitivo regalado.

Esos claveles rojos,
esas rosas lozanas,
honor tuvieron se alegrar sus ojos
y de ceñir sus sienes soberanas.

El bardo agradecido
alzó a sus compañeras
un canto, que en los siglos repetido,
vino a llenar también estas riberas.

Y así cual las historias
y los célebres nombres
de abuelos que obtuvieron altas glorias
repiten a los nietos, otros hombres.

Así a las de mi huerto
repito las canciones
que otro pueblo de flores, que ya es muerto,
logró inspirar en béticas regiones.

Y es mucha maravilla
el mirar cómo ellas
doloridas oyen, por mi voz sencilla,
de su sentido vate las querellas.

Paréceme que gimen,
paréceme que llanto
brota de entre sus hojas, que se oprimen
de sentimiento al escuchar el canto.

¡Oh Rioja, oh poeta!,
¡y cuán poco su alma
tiene del mundo a la ambición sujeta
quien en vergel humilde halla la calma!

Un libro y un amigo
en tu modesta vida
¡oh sabio angelical! bastan contigo
para lograr la dicha apetecida.

No te cuidas de honores,
desdeñas la riqueza
y ensalzas la belleza de las flores
al par que otros del oro la grandeza.

Fenómeno del mundo,
que no comprende ahora
el siglo en ambiciones tan fecundo,
la edad en avaricias tan creadora.

¿Quién hoy ya se contenta
con la sencilla vida?
¿Quién no va tras de vida turbulenta?
¿A quién la paz del alma es hoy querida?

Los niños envejecen
de ambición prematura;
los bosques de laureles no abastecen
el ansia de laurel de una criatura.

El atrevido mozo
por el mando se afana,
cuando el albor de su naciente bozo
anuncia apenas su primer mañana.

¡Y dichoso si fuera
orgullo solamente!
¡Dichosos si esta raza no sintiera
de la codicia el aguijón hiriente!...:

Mas no, dulce Rioja
turbe nuestro reposo
esa amarga verdad que el alma enoja
y el corazón rechaza generoso.

Pensemos que esa tierra
la habitan serafines,
pero huyendo su gloria que me aterra,
tomemos a tu reina de jazmines.

Yo en las flores te veo,
tu cuerpo ha fenecido,
mas las alas del tiempo a mi deseo
de tu espíritu un átomo han traído.

Y fecunda mi alma,
así tu pensamiento
cual de su amiga a la distante palma
fecunda el germen que transmite el viento.

Por eso amo a las flores,
porque vives en ellas;
porque fueron, Rioja, tus amores,
son esas flores a mis ojos bellas.

Si su color admiro,
si percibo su esencia,
escucho un melancólico suspiro,
oigo de su arpa dulce la cadencia.

Y llevo reverente
a mis labios su hoja,
diciendo al huerto en mi entusiasmo ardiente
béselas yo pues las cantó Rioja.

Sevilla, 1847

autógrafo

Carolina Coronado


Carolina Coronado

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Tomado de la página Biblioteca Cervantes Virtual.