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UNA MONEDA POR EL PAR DE OREJAS

Una moneda por el par de orejas
Dos por los pechos de mujeres selknam
oscuros como piedras de las bahías
valían doble por asegurar
herencia. Monedas de oro que hiciera
Popper el buscador, el dictador
del páramo Ni siquiera el fuego
encendido de las hogueras quema
cuando se alza el mal al sur, en la orilla
mas lejana de la tierra. Ovejas
y fosas de cementerios borrados
por el viento. Silba contra la enorme
peña desnuda: aquí fue, aquí corría
el petróleo oscuro de la sangre
Media luna derramandose sobre
el mar inmóvil en aquella luz
Aurora de la noche de verano
Será el mundo Tocalo a través
de mi: has venido al fin del mundo
y toco lo que soñaste. Ves Cuenta
el mismo sueño donde la historia
vive y se borra el mismo continente

Varada una ballena asegurando
comida para el pueblo. Grasa untada
en los pechos vivos; la abundancia
como sonaban las canciones bajo
el viento los murmullos de la voz
o de la risa Comida que el mar
otorga en el cuerpo de la ballena

Ven, anuncia el fuego en el desierto
Chacales de las estancias trajeron
alcohol sin trance, rifle en la montura...
Los acribillaron en abundancia
Habrán corrido hacia el mar las criaturas
Puedo oír resonar los lamentos
en la peña desnuda, el murmullo
del eco cautivo en las olas que
lamen mas no limpian de sangre estas
piedras. Cortaron pechos y orejas
del vivo y del muerto empujando
cadáveres al mar Ah, cuantos suman
los cuerpos. Al tope de la montaña
brillan, si, al Este. Lenguas calladas
para siempre atan los lares secretos
de la Isla, el fin del mundo al sur
del continente. «No toque la piedra,
escuchela», una moneda o dos

por los pechos, el par de orejas. Las
aguas verdes del canal rozan sus
islas ultimas. Atras, diorita y
seda en circulo, nevadas se alzan
las montañas. En sus laderas bajas
que descienden al mar, bosques de ire
y lenga. Kauquen, albatros de ceja
negra. Aquello que los ojos del
capitan Cook vieran, no se ve desde
la tierra. Mestiza de abuela muda
su lengua late en los turbales donde
descubre el alma al fin la cordillera
Fin del mundo y ley como ley que cuida
Veamos, boca nunca conocida, es
suave tu fluir casi de piedra en
la edad madura

autógrafo

Diana Bellessi


«Sur» (1998)

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