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IMPRESIONES DE LA PRIMAVERA

Otra vez en los árboles las hojas
Pueblan los vientos de murmullos leves,
Y se deshacen en las cumbres rojas
Al sol de Mayo las brillantes nieves.

Límpidos los arroyos se dilatan
Por su margen vestida de jazmines,
Y sus cantos suavísimos desatan
Los tiernos y pintados colorines.

Y cantan la esperanza y los amores,
Mientras las plantas aman y florecen,
Y en el nítido cáliz de las flores
Las amorosas auras se adormecen.

¿Por qué no amar, y al himno de natura
Juntar mi voz que por el yermo suena?
¿Por qué la frente joven y segura
No levanto a la par de la azucena?

¿Por qué si el alma en ímpetu sublime
Puede medir los ámbitos del cielo.
Solitaria y oscura y triste gime
En pos de los amores y el consuelo?

¿Por qué en selvas vestidas de esmeralda
Y encantadas con música apacible,
Buscar una fantástica guirnalda,
Corona de una imagen imposible?

¡Ay del que eterna juzga del oriente
La blanca luz al despuntar la aurora!
Porque el sol de la tarde falleciente
Sólo la paz de los sepulcros dora.

Joven y bella estás, naturaleza:
Ricas tus flores son, tu estrella amiga,
Tus céfiros aliento de pureza,
Y misterios y amor tu seno abriga.

Yo que, al dormir gozoso en tu regazo,
Despertaba al acento de tus fiestas,
Yo que estreché con ilusorio abrazo
El ángel protector de tus florestas;

Yo te miro volver sin alegría
Con tu ropa brillante de colores;
Que la tímida flor del alma mía
Perdió por siempre juventud y olores.

Sí; que al pasar el cierzo de las penas
El perfume robó de su corola,
Y la luna tan sólo en las serenas
Noches la envuelve en pálida aureola.

Jamás tu relumbrante panorama,
Espléndida y vistosa primavera,
Me volverá la consumida llama,
Los sueños de oro de mi edad primera.

Yo te vía llegar enajenado
Y mirarte en las aguas de los ríos,
Rico de amor, ajeno de cuidado.
Perdido en esplendentes desvaríos.

Tú pasaste una vez y otra pasaste,
Y mis sueños de amor no se cumplían,
Y una vez y otra vez luego tornaste,
Y una vez y otra vez ellos volvían.

Mas llegó Julio, y la esperanza rota
Honda arruga selló sobre mi frente,
Y del pesar por la región remota,
Busqué la paz del ánima doliente.

También en ella el ruiseñor cantaba,
También la fuente sin parar corría;
Pero la fuente ronca murmuraba,
Pero el doliente ruiseñor gemía.

Y era su trova moribunda y vaga.
Canto de amor, de incertidumbre y pena.
Postrer acento de nocturna maga,
Flébil quejido que a lo lejos suena.

Pasan de Mayo las flores.
Con ellas va la esperanza,
Y apenas la mente alcanza
Voz lejana de placer;

Que, al tornar los turbios ojos
Al campo de la memoria,
Sólo encontramos la gloria
Entre las sombras de ayer.

Trovador de los pesares,
Que te fingiste ventura,
Paz, abandono y ternura
En las músicas de Abril,

Ven a escuchar mis acentos.
Porque yo como tú lloro,
También yo una sombra adoro,
Que fue orgullo del pensil.

Yo suspiré en la enramada
Dulces ansias a la rosa,
Y abrió su cáliz la hermosa
Para escuchar mi canción;

Y la luna desde el cielo
Con luz amante bañaba
Su frente, que arrebolaba
La esperanza y la ilusión.

Y yo entre sueños perdido
De fantásticos amores,
Aspiraba los olores
De su seno celestial;

Y entre las frágiles alas
Del aura de Mayo tierna.
Visiones de gloria eterna
Miró el alma virginal.

Mas ¡ay! que el sol del estío
Mi esperanza peregrina
De la rosa purpurina
En el cáliz agostó;

Y una a una con sus hojas
Volaron mis ilusiones,
Y de mis tiernas canciones
Sólo un eco me quedó.

Un eco triste y confuso
Que el campo de la amargura
Encanta con la ventura
Del desvanecido bien;

Y que en las cuerdas se mece
Del arpa de los pesares,
Al reflejar sus cantares
Las músicas del Edén.

Ven a mí, triste poeta,
Arroja el arpa de oro,
Déjala al pie del tesoro
Que halagó tu juventud;

Que de tu amor los ensueños
Con mis ensueños volaron,
Y otro bien no nos dejaron,
Que un ciprés y un ataúd.

«¡Ay! la fe pasa y la ilusión se pierde:
Por lo de ayer el corazón suspira:
Cae de los campos la corona verde:
Lágrimas sólo quedan á la lira!»

Calló la voz del ruiseñor, y el alma
Dejó sus flores en la playa oscura,
Su porvenir y su amorosa palma,
Y su corona de inmortal verdura.

¡Oh! nunca, nunca, Abril esplendoroso.
Me traerás, con tus pájaros gentiles.
De lo pasado el campo venturoso,
La flor de mis creencias juveniles.

Volará la felice primavera,
Sin que un suspiro mío la acompañe.
Sin que furtiva lágrima siquiera
La palidez de mi semblante bañe.

Que no de Mayo en el feliz retoño
El término hallaré de mis congojas,
Y al soplo de los vientos del otoño
Veré volar las macilentas hojas.

Y cuando el alma en su dolor recuerde
Del corazón las flores esparcidas,
Yo cantaré el encanto que se pierde,
Como he cantado imágenes perdidas.

1839

autógrafo

Enrique Gil y Carrasco


«Poesías Líricas» (1873)

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