LEYENDA
Dentro de un sueño acaso, y hace ya mucho tiempo,
en un país remoto en el que era
todo posible y verdadero todo,
un hombre allí llegado por azar aparente
—¿sabré escribirlo, lo podré decir?—
se vio de pronto en manos del destino.
Existió una mañana de comienzos de junio
sin principio ni fin, única, ajena
al fugaz parpadeo de las horas.
Una lluvia menuda matizaba
la liviandad del aire en una alta ciudad.
Ahora de nuevo ocurre esa mañana
que ya ocurrió, que en este mismo instante,
inextinguible, empieza.
En su transcurso quieto
no hay un encuentro fortuito: hay,
al cabo de los siglos, sólo un reconocerse
repentino y profundo de una mujer y un hombre
en el origen puro de las cosas,
en la verdad que un día determina
que dos seres se acerquen y refuljan.
Palabras nunca dichas del amor,
brotando en esa luz por vez primera;
fragilidad y abismo del abrazo,
contra el que nunca nada prevalece.
¿Fue el don inacabable un dulce obsequio
de la fuerza que mueve el sol y las estrellas
a quien rendidamente, y siempre, quiso
servirla, celebrarla?
Él así lo vivió,
con emoción muy grande, y fervor, y alegría.
Hace ya mucho tiempo, mucho tiempo
—un tiempo de leyenda—, dentro de un sueño acaso.
Eloy Sánchez Rosillo