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ERES LO QUE LE FALTA A TODO LO DEMÁS

No sé cómo contarte esto.
Hablar sobre certezas
no es tan fácil como parece,
pero tú estás llena de ellas
y te has convertido en un reto precioso.

Verás, mi amor,
escribir sobre ti
es como hablarte mirándote a los ojos,
y ya sabes que a mí el sueño me ciega
cuando estás cerca,
que las miradas
son perennes desprotegidas
porque no saben ni disimular
ni vestir cuerpos en invierno,
y que mi boca calla
todo lo que mis manos vomitan sin esfuerzo
después de comer(te).

Y que sí,
que yo suelo empeñar mis folios
en las tristezas
porque prefiero quererte sobre la cama
en vez de sobre el papel,
y que se mueran de celos la tinta
y los ojos de quien lea
porque nadie puede entender
las mil maneras que tienes de ser mía
sin serlo
que eso es el amor:
sentirte de alguien que sientes que es tuyo,
sin serlo-.

Por eso,
porque creo como una atea
en las palabras que hablan de lo que es
y no de lo que fue o de lo quieres que sea
te hablaré de mí,
porque contigo soy todo
lo que siempre he querido ser.

Te diré
que después de estar contigo
la vida me parece un rato muy pequeño;
que lo que más me gusta de ti es tu pasado
porque te ha hecho ser quien eres hoy;
que lograste apaciguar mi dolor
posándolo sobre tu cuerpo
como quien acaricia con ternura el borde de una herida
sin miedo a contagiarse,
y, mi amor, vas a conseguir enamorar
hasta a mi tristeza;
que desde ti
mire donde mire
solo veo flores
—padezco de una ceguera
preciosa,
lo confieso—
y un viento liado en diez cigarros
que me llega directamente a los pulmones
cada vez que te miro mirar al aire.

Te diré
que has convertido todos mis conatos de existencia
en logros sencillos,
equiparables a un bostezo por la mañana
o un bocado cuando hay comida.
Que me has enseñado
a vivir
en vez de a ver la vida pasar,
y en esa diferencia
se esconden todos los matices que te definen.
Que aprender de ti
y de tu pelo revuelto
es como leer la vida con las manos
y los ojos abiertos,
es como tocar el mundo con los dedos
y sostenerlo
el tiempo que dura tu voz,
es fácil,
es sencillamente fácil;
que me das hambre,
mi amor,
hambre cuando te desnudas
y se abre el cielo de piernas,
hambre cuando lloras
y me dan ganas de apagar la luz
para verte mejor,
hambre cuando ríes
e inspiras canciones.

Te diré
que desde ti
todo está en el orden que requiere el caos
y que tanto necesitamos las dos.
Que siento calor
cuando quiero desnudarme delante de ti
y siento frío
cuando necesito que me abraces;
que mi miedo se ha reducido
a una película de terror,
es decir,
ya no existe;
y que en la lentitud
que exigen las grandes historias
y que tú y yo abrazamos con gusto
solo me atropellan con prisas
los latidos que cabalgan fuera de mi pecho
cuando pienso en ti
y el reloj que me lleva a tu casa,
que le da tiempo
a dar la vuelta al mundo
en lo que yo te doy un beso.

Ya ves,
has devuelto a mi cuerpo
la valentía necesaria para despegarse del suelo
y demostrarle que son necesarios cuatro brazos
para poder volar
y no caerse,
y has traído a mi habitación
las ganas de dejarme querer,
como quien aparece en medio del llanto
y en vez de secarte las lágrimas
te deja llorar
hasta que terminas,
y así poder seguir viviendo.

Por todo esto
te diré
que desde que tú me quieres
me quiero más
y por eso,
y por muchos otros motivos,
te quiero.

autógrafo

Elvira Sastre


«Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo» (2014)

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