FILTRO ROJO
Porque hasta mí llegaste silenciosa,
la ardiente exaltación de mi elocuencia
derrotó la glacial indiferencia
que mostrabas, altiva y desdeñosa.
Volviste a ser la de antes. Misteriosa,
como un rojo clavel tu confidencia
reventó en una amable delincuencia
con no sé qué pasión pecaminosa.
Claudicó gentilmente tu arrogancia
y al beber el locuaz vino de Francia,
¡Oh, las uvas doradas y fecundas!
Una aurora tiñó tu faz de armiño,
¡Y hubo en la jaula azul de tu corpiño
un temblor de palomas moribundas!
Evaristo Carriego