EL MONÓLOGO DEL VAMPIRO
En vuestra sangre bebo
la historia universal y las leyendas,
el confundido magma de la especie,
su memoria esencial, su herencia turbia:
los secretos radiantes de la ciencia
y las revelaciones de la magia,
las mutaciones geométricas de la luna indecisa
y el misterio del sol, que es sólo fuego.
Bebo en ese fluido
los racimos oscilantes de las constelaciones
y el dolor de las amantes de los náufragos,
la savia primigenia de los bosques
y el veneno volátil del deseo.
Bebo en ese fluido de dramática púrpura
las quimeras mezquinas de vuestros gobernantes,
el vuelo del primer pájaro
y la noticia última que ha llegado al periódico.
En vuestra sangre bebo
la espuma de los mares sin confines,
el terror apacible que es pensar en la muerte sigilosa,
la suma inconcebible de moléculas
que componen la cúpula celeste
y la suma pequeña
del tiempo que os regala el tiempo avaro.
Bebo en la sangre vuestra
la memoria dinástica del miedo al sufrimiento
y el olfato del lobo,
bebo la sinrazón de todos los linajes
y la totalidad de las noches de procreación,
bestia sobre la bestia deseantes,
al dictado lunar de la tiniebla.
En vuestra sangre bebo
los mitos, los sucesos, los rumores,
el sexo de una diosa imaginaria
y el de la parturienta que supura
un pequeño cadáver sin pasado.
En vuestra sangre bebo
el caudal metafísico de los ríos cambiantes,
la liturgia retórica del ser y de la nada,
el ruido de Estambul a mediodía
y el que hace la araña al tejer sus prisiones.
Yo bebo el universo en vuestra sangre,
en su denso fluir
hacia el caos prodigioso de la vida:
la exacta maquinaria
que surte de esplendor cuanto destruye.
Felipe Benítez Reyes