SONETO XLII
Blanco marfil en ébano entallado,
Suave voz indignamente oída,
Dulce mirar (por el que larga herida
Traigo en el corazón) mal ocupado;
Blanco pie por ajeno pie guiado,
Oreja sorda a remediar mi vida,
Y atenta al son de la razón perdida,
Lado (no sé por qué) junta a tal lado;
Raras, altas venturas, ¿no me diera
La fortuna cortés gozar una hora
Del alto bien, que desde vos reparte?
¿O el sol, que cuanto mira, orna y colora,
No me faltara aquí, por que no viera
Un sol más claro en tan obscura parte?
Francisco de Figueroa