SONETO XLVII
Bien puedes tú, Fileno, alegre y ledo
Ir donde amor tus dulces pasos guía,
Y seguro mirar la compañía
De quien en mí causó esperanza y miedo:
Yo triste y solo en tierra agena quedo
Léjos, Arbia, de ti, cuando crecía
En tus riveras, y en el alma mía
El lauro, que arrancar quiero, y no puedo.
Dichoso amante, y tú glorioso río,
Ambos fieles testigos de mi gloria,
¿Quándo será que sin engaño os vea?
Aura pura vital espíritu mío,
Muera lejos de ti, si más desea
Mi alma, mientras goza tu memoria.
Francisco de Figueroa