EL CIERVO EN LA FUENTE
Un ciervo se miraba
en una hermosa cristalina fuente;
placentero admiraba
los enramados cuernos de su frente,
pero al ver sus delgadas, largas piernas,
al alto cielo daba quejas tiernas.
«¡Oh Dioses! ¿A qué intento,
a esta fábrica hermosa de cabeza
construís su cimiento
sin guardar proporción en la belleza?
¡Oh qué pesar! ¡Oh qué dolor
profundo!
¡No haber gloria cumplida en este mundo!»
Hablando de esta suerte
el ciervo, vio venir a un lebrel fiero.
Por evitar su muerte
parte al espeso bosque muy ligero;
pero el cuerno retarda su salida,
con una y otra rama entretejida.
Mas libre del apuro
a duras penas, dijo con espanto:
«Si me veo seguro,
pese a mis cuernos, fue por correr tanto;
lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,
haga mis feos pies el cielo eternos».
Así frecuentemente
el hombre se deslumbra con lo hermoso;
elige lo aparente,
abrazando tal vez lo más dañoso;
pero escarmiente ahora en tal cabeza:
El útil bien es la mejor belleza.
Félix María de Samaniego