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A LAS SILLAS DE MANOS, CUANDO ACOMPAÑADAS DE MUCHOS GENTILESHOMBRES

Ya los pícaros saben en Castilla
Cuál mujer es pesada y cuál liviana,
Y los bergantes sirven de Romana
Al cuerpo que con más diamantes brilla.

Ya llegó a Tabernáculo la silla,
Y cristalina el hábito profana
De la custodia, y temo que mañana
Añadirá a las hachas campanilla.

Al Trono en correones las banderas
Ceden en hacer gente, pues que toda
La juventud ocupan en hileras.

Una Silla es pobreza de una boda,
Pues empeñada en oro y vidrieras,
Antes la honra que el chapín se enloda.

autógrafo

Francisco de Quevedo y Villegas


«El Parnaso español» (1648)
Talía. Musa VI. Soneto


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