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QUEJARSE EN LAS PENAS DE AMOR DEBE SER PERMITIDO Y NO PROFANA EL SECRETO

Arder sin voz de estrépito doliente
no puede el tronco duro inanimado;
el robre se lamenta, y, abrasado,
el pino gime al fuego, que no siente.

¿Y ordenas, Floris, que en tu llama ardiente
quede en muda ceniza desatado
mi corazón sensible y animado,
víctima de tus aras obediente?

Concédame tu fuego lo que al pino
y al robre les concede voraz llama:
piedad cabe en incendio que es divino.

Del volcán que en mis venas se derrama,
diga su ardor el llanto que fulmino;
mas no le sepa de mi voz la Fama.

autógrafo

Francisco de Quevedo y Villegas


«El Parnaso español» (1648)
Erato. Musa IV. Soneto


facsímil El Parnaso Español. Obra de Francisco Quevedo por José Antonio González de Salas (1648) BNE

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