EL MENDIGO DE LOS OJOS
Una vez a la semana
llamaba con su palo a mi puerta.
—Soy el pobre de los jueves.
Yo, si estaba haciendo algo interesante,
le mandaba a la gloria para que Dios se lo diera,
y si no, yo misma, le acercaba el pan de mi cena
o los higos de mi desayuno.
El pobre de los jueves llevaba un zapato y una zapatilla,
una gorra con piojo, una bufanda llena de barro
unos dedos llenos de mataduras,
un saco lleno de papeles,
un aliento lleno de vino,
una medalla del Perpetuo Socorro
y una eczema.
Y nada de esto me chocaba,
tan sólo me extrañaba a mí sus ojos,
eran de color naranja
y hacían ruido al cerrarse.
Gloria Fuertes