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EL VIAJERO AMERICANO

Del Anahuac vastísimo y hermoso
En una de las fértiles comarcas,
De las que tienen por custodios fieles
Al Pinahuizapan y al Orizaba;
Que unidos por cadena inmensurable
De montañas agrestes y escarpadas,
Con nieve eterna ornadas sus cabezas,
Con fuego eterno ardiendo sus entrañas,
Se alzan a ser de una región de encantos
Inmutables y enormes atalayas:
En aquel punto do la vista mide
El horizonte de una gran sabana,
Y a par la cumbre del vecino monte
Que nombre lleva de perpetua fama: 1
Allí el viajero atónito divisa,
Bien que a través de la llanura vasta,
Desenvolverse un nuevo paraíso
En perspectiva caprichosa y clara.
Undulan suspendidos en los aires
Jardines bellos de abundantes galas,
Con cenadores, parques, grutas, bosques,
Y lagos mil de cristalinas aguas,
Que parece sostienen silfos leves
Sobre el matiz de sus movibles alas.

De rocas empinadas se derrumban
En silencio soberbias cataratas,
Y en otra parte admíranse tendidos
Arcos inmensos de zafiro y nácar.
Mas no le basta al caminante absorto
Ver desde lejos maravillas tantas,
Que seducido por su extraño hechizo
A gozarlas frenético se lanza.

Ni duda ocurre a su exaltada mente
Ni sospecha de riesgo le acobarda,
Pues solo atento al goce que imagina
Vuela veloz y la distancia salva,
Llegando ronco, fatigado, inerte,
Al término feliz de su esperanza,
Donde obtiene, por fin, ver con asombro...
¡Un gran desierto que tapizan lavas!

Tal es la historia del viajero ¡oh joven!
Allá en tu pecho por tu bien la graba;
Pues esa gloria que tu afán excita,
Tan deslumbrante y bella en lontananza,
Y esa ventura que en su goce finges,
¡Son ilusiones ópticas del alma!

Marzo de 1846

autógrafo

Gertrudis Gómez de Avellaneda


NOTA DEL EDITOR: Para la mejor inteligencia de esta composición creemos conveniente advertir al lector que fue escrita en contestación a otra de un joven entusiasta por la poesía y ambicioso de celebridad literaria, el cual, en los versos que dirigió a la autora de los presentes, felicitándola por sus obras, expresaba su opinión de que solo la gloria es un bien grande, capaz de llenar el alma y de satisfacer los deseos del corazón humano.

1 El Monte de Pizarro.


«Poesías de la excelentísima señora Dª Gertrudis Gómez de Avellaneda» (1850)

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