EN EL ÁLBUM DE UNA SEÑORITA CUBANA
Naciste en la tierra virgen
Que, por el mar abrazada,
Bajo del trópico ardiente
Aspira del sol la llama.
Naciste en aquellos campos
Do la mano soberana
Con mil rasgos atrevidos
Su inmenso poder señala.
Allá do en bosques eternos,
Perenne mansión del aura,
No se albergan crudas fieras
Ni viles sierpes se arrastran:
Mas do en la noche tranquila,
Turbando la ardiente calma,
Responde al tierno sinsonte
La tórtola enamorada.
Allá do en montes altivos
Se ostentan las verdes faldas
Oprimidas con el peso
De nunca marchitas galas.
Allá do cruzan arroyos
Sus cristalinas guirnaldas,
En torno de agrestes ceibas,
De erguidos cedros y palmas,
A cuyos pies, y al abrigo
De sus siempre frescas ramas,
Florece el útil cacao,
Se mece la dulce caña,
Y el cálido café luce
Sus pulidas flores blancas,
Y sus granos purpurinos,
Y sus hojas de esmeraldas.
Allá donde nunca el hielo
Aprisionando las aguas
De sus líquidos cristales
El blando murmurio acalla.
Allá donde el cierzo rudo
Jamás desplega sus alas,
Ni presta la nieve al suelo
Aspecto de vejez cana.
Mas donde del sol al rayo,
De amor sus hondas entrañas
Siente hervir la tierra, y tiembla,
Y se sacude agitada.
Donde huracanes potentes
Inmensos campos arrasan,
Y a la voz ronca del trueno
Se ensordecen las montañas.
Allá, como yo, naciste:
Allá naciste, y es fama
Que el sol al verte detuvo
Por un instante su marcha.
Por eso, dicen, que vierten
Tus ojos su activa llama,
Y que es tu tez tan hermosa,
No deslumbrando por alba.
Y si allá nacida fuiste,
Por aquel astro animada,
Entre huracanes y brisas,
Entre ceibas y entre cañas,
¿Qué mucho que en ti se vean
Combinaciones tan raras
De pasión y de dulzura,
De languidez y pujanza?
¿Qué mucho que en ti se asocien
La fortaleza y la gracia,
Hechizos muelles del cuerpo,
Excelsas dotes del alma?
Y si arrullada dormiste
En los sueños de tu infancia
Por el mar y por el trueno,
Por sinsontes y por auras,
¿Qué mucho que en ecos lances
De tu armoniosa garganta,
Esos cantos que sorprenden,
Que electrizan y avasallan?
¿Qué mucho que tu voz pura,
Ya vigorosa, ya blanda,
Alcance los varios tonos
De cien pasiones contrarias?
¡Hija del trópico ardiente!
¡Digna imagen de tu patria!
¡Virgen. joven como ella,
Como ella fuerte y lozana!
¡En ti la gozan mis ojos,
En ti mi pecho la ama,
En ti la admira mi mente,
Y en ti mi lira la canta!
Octubre de 1847
Gertrudis Gómez de Avellaneda