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AL SALTO DEL TEQUENDAMA

Los valles va a buscar del Magdalena
Con salto audaz el Bogotá espumoso.


BELLO

Mudo a tu vista de terror y espanto
El oprimido corazón palpita,
Como el arcángel ante Dios agita
Sus blancas alas, su celeste canto.

Te he visto ya. Tu imagen imponente
La imagen es del Hacedor airado,
Cuando a su voz tremenda fue lanzado
Desde el rudo peñasco tu torrente.

Es tu aspecto sublime como el nombre
Del que rige los mundos; tan terrible,
Como lo fue la maldición horrible
De Dios lanzada en el Edén al hombre.

Yo he mirado de lo alto desprendidas
Tus turbias ondas entre hirviente espuma,
Rodar envueltas en la blanca bruma
Y en el abismo rebramar perdidas.

Con lento paso recorriendo el monte
Las he visto asomar en la ancha boca,
Y veloces lanzarse de la roca
Como lampo fugaz del horizonte.

Las he visto en confuso remolino
Una tras otras descender hinchadas,
Y en su rápido curso arrebatadas
En vaporoso y leve torbellino.

En agrupados borbotones corren
Y en su curso parecen suspendidas
Un momento, y se avanzan desprendidas
Antes que el rastro de sus huellas borren.

Y tu raudal en niebla se desata
Y en argentados remolinos sube,
Como de incienso la odorosa nube,
En vago giro su extensión dilata.

Del sol naciente el rayo matutino
Tornasola tu niebla transparente,
Y aureola fantástica en la frente
Blanda te ciñe el iris purpurino.

Un fantasma pareces circuido
De manto aéreo y ondulante velo,
Y que un rayo ilumina desde el cielo
Su flotante y magnífico vestido.

La niebla aljofarada que despides
Cubre las hojas del silvestre helecho,
Y las gotas que forma las recibes
Y las sepultas en tu inmenso lecho.

De rama en rama se deslizan, huyen
Las leves gotas de sutil rocío,
Y se desprenden al rumor bravío
De tus raudales que incansables bullen.

¡Imagen del despecho! Yo he vertido
Una lágrima, al verte, pura, ardiente,
Que fue a juntarse a tu veloz corriente,
Cual pensamiento en la extensión perdido.

                                *

Sí: lágrimas me arranca tu aspecto majestuoso
Y mudo a tu presencia palpita el corazón,
Pues tiene en el humano un pliegue misterioso
Que le une con las obras sublimes del Creador.

Mezquino el pensamiento concéntrase en sí mismo
Y exático contemplo tus aguas descender;
Estúpidos mis ojos recorren el abismo...
Y un impulso secreto me está impeliendo a él...

Quisiera con tus aguas lanzarme confundido,
Rodar envuelto en ellas, unirme más a ti;
Quisiera mis lamentos unir a tu estampido;
Quisiera mi existencia a tu existencia unir.

Paréceme que miro vagar por el torrente
Cercado de la niebla tu genio protector,
Espíritu infundiendo a tu veloz corriente,
Y a tus hirvientes ondas prestando animación.

¡Imagen atrevida por el Criador formada...
Salud! ¡yo te venero, oh parto colosal!...
¡Pues eres de la América el alma despechada
Que llora de su suelo la antigua libertad!

1845

autógrafo

Gregorio Gutiérrez González


1845

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