IDILIO DÉCIMO
AL SOL
Padre del universo,
autor del claro día,
brillante sol, a cuyo
influjo la infinita
turba de los vivientes
el ser debe y la vida;
tú, que rompiendo el seno
del alba cristalina,
te asomas en oriente
a derramar el día
por los profundos valles
y por las altas cimas;
de cuyo reluciente
carro las diamantinas
y voladoras ruedas
con rapidez no vista
hienden el aire vago
de la región vacía;
enhorabuena vengas,
de luces matutinas,
de rayos coronado
y llamas nunca extintas,
a henchir las almas nuestras
de paz y de alegría.
La noche tenebrosa,
de fraudes, de perfidias
y dolos medianera,
se ahuyenta con tu vista,
y busca en los profundos
abismos su guarida.
El sueño perezoso,
las sombras, las mentidas
fantasmas y los sustos,
su horrenda comitiva,
se alejan de nosotros,
y en pos del claro día
el júbilo, el sosiego
y el gozo nos visitan.
Las transparentes horas,
de clara luz vestidas,
señalan nuestros gustos
y miden nuestras dichas.
O bien brillante salgas
por las eoas cimas,
rigiendo tus caballos
con las doradas bridas;
o ya el luciente carro
con nuevo ardor dirijas
al reino austral, de donde
más luz y fuego vibras;
o en fin, precipitado
sobre las cristalinas
occiduas aguas caigas
con luz más blanda y tibia,
tu rostro refulgente,
tu ardor, tu luz divina
del hombre serán siempre
consuelo y alegría.
Gaspar Melchor de Jovellanos
Obras Completas. Tomo I. Edición de José Miguel Caso González. Centro de Estudios del siglo XVIII e Ilustre Ayuntamiento de Gijón. 1984