EPITAFIO PARA UN POETA
II
Todos se van por el amanecer
por la creciente de los vientos
recién apuntados en la aldaba
todos se van en nombre del tributo necesario
en nombre de las vasijas y los dioses menores
en nombre de los cerezos y los ojos fijos
en nombre de los templos y la piel de tigre
todos alguna vez labraron un trípode de humo
un estupor de ebrios
una silenciosa escala.
Más allá de toda condición
los pájaros se vuelven árboles o llanto
los colores descienden
con la penumbra de otras longitudes
el pasmo de Berenice no provoca
ni formula pie de absolución
Corre el viento sin ser visto
y el valle canta el silencio
de caballos azules.
Homero Aridjis