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LA VENTA

Sobre el camino se ve la venta.
        Risueño el valle,
claveles rojos, olor de menta,
de madreselvas y frondosa calle.

En el corral amplio, vacas y perros
        altos magueyes,
el sol dorado de altos cerros,
carros tirados por lentos bueyes.

Frente a la casa, los barrizales
        bajo madroños;
sobre la vega, rubios maizales,
y junto al plátano, verdes retoños.

Marcando prados en las campiñas
        se ven las zanjas;
junto al vallado se alzan las piñas,
y al gusto encintan ya las naranjas.

Cuelgan los troncos fuertes y erectos
        las níveas barbas,
sobre las hojas vuelan insectos,
bajo las hojas duermen las larvas.

Entre los fondos, negro al antiguo
        trapiche humea,
y por la cuesta, sendero exiguo
que zigzagueando llevan a la aldea.

Verán tus ojos en la verdura
        y a donde vayas,
los mararayes en la espesura,
sobre las piedras, las pitahayas.

Con sus pinceles la tarde pinta
        vívido cromo;
de plata el río semeja cinta,
y el pozo, lejos manchas de plomo.

Amarillento sobre la falda
        se abre un barranco,
y de los campos en la esmeralda
Se alza, de techos, el humo blanco.

Una flor roja, vivas oscila,
        tiembla su estambre,
y bajo cedros, en doble fila,
sobre el camino, cerca de alambre.

La azada al hombro, tardo el labriego
        vuelve del campo.
y en ella fulge, roca de fuego,
del sol poniente vívido lampo.

Gris una nube, pasando finge
        velera barca;
otra, un castillo, y otra, una esfinge,
y un dragón otra, que el cuello enarca.

El horizonte cortan los techos
        las cumbres calvas,
y en el remanso, por entre helechos,
los pastos tienden sus plumas albas.

Abre sus flores los alhelíes
        cerca del río,
y el café luce, como rubíes,
sus rojos granos bajo el plantío.

En las paredes de la posada
        se ven letreros;
son un recuerdo para la amada,
o vanidades de pasajeros.

Por los bardales se ven las rosas
        sobre el camino;
Pasan volando las mariposas,
y a un canto, lejos responde un trino.

¡para el reposo, feliz quien halle
        tu puerta franca!
¡qué paz más honda la de tu valle!
¡qué paz, la tuya, casita blanca!



Ismael Enrique Arciniegas


«Antología poética»
El sol en los caminos


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