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CONTINUAMENTE ENTRE LOS HOMBRES

La red que rompo y la prisión que muerdo

QUEVEDO

Sobre los bosques, sobre ciegos muros,
Sobre la espalda de la amada,
Sobre los yermos de mi patria
Yo me encendí de cólera
Y he grabado con vientos este despojo.


Un redoble de mares y de soles
Se oyó en el valle una mañana.
Salí a las calles, me interné en la vida
Y alcé mi puño como un mazo
De peso intolerable.
Pronto fui labio de la tierra,
Decidido metal de bayoneta,
La red que rompo
Para cantar más claro.

                                    Y respondí del día.

Plano sol, boca exacta.
Corrí hasta que yo mismo
Choqué contra mi rostro.

Oh altísima resaca,
Te reconozco, oh pueblo,

Te presiento en este rumor de cráneo
Tocado por un espeso odio contra ti.
Vientos de ultraje soplan. La palabra vivir
Está escupida. El hambre pesa en todo.
            No importa.

Tengo un abril de huesos cubierto de gargantas;
1910 es el comienzo.
Tengo la vida, tengo
Una sombra miseria de rodillas
Al fondo de las llamas.
¿Qué pueblo es éste, amigos, con su rostro de sílex?
¿Seguirá siendo un héroe amordazado?
Aquí se empeña el puño en la palabra.
Y sin embargo, el crimen
En tempestad de manos sangra
Y se acuesta en el lodo:
Y el alba es un rostro que aún no conocemos.
Tengo las manos del alma arrancadas
Y un pueblo con mi voz activamente arrastro,
Activamente humano
Arrastro el corazón por calles frías.

Sobre los bosques, sobre ciegos muros,
Sobre la espalda de la amada,
Sobre los yermos de mi patria
Yo me encendí de cólera
Y he grabado con vientos este despojo.

autógrafo

Juan Bañuelos


«Escribo en las paredes» (1965)
Taladros


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