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LAS TRES CHICAS DE JC

Camino al puerto de Brindisi, murió
accidentado José Carlos Becerra,
poeta a quien tanto quería.

Noticias de tu muerte, José Carlos, a 10.000 metros de altura. En vuelo a Mazatlán. Abajo, el mar me hace presentir la dimensión de tus nuevos dominios. Todo el murmullo de esas aguas es tuyo.

Camino del Adriático, yo sé que ibas en busca de Virgilio (de eso hablamos en casa de Efraín, el otro Monstruo). Y a través de mi ventanilla se desenvuelve la tragedia:

en el espejo retrovisor del auto viste pasar las aves y los árboles y tres rostros de muchachas (las mismas del Viaducto) que cambiaban sus facciones cuando tú hundías el acelerador, convencido de que al girar el botón del radio la música de los Rolling Stones haría retroceder el paisaje ante tu paso. Te engañaste. Sólo acelerabas la claridad de tu destino.

Vuelvo el rostro y todas las demás caras a mi lado producen un ruido más ensordecedor que los motores. Bastaría con mirarme para saber que no Acepto; sin embargo, dentro de unos momentos, esa puerta que tras de ti se ha cerrado tan herméticamente como la del avión, será dócil también para darme paso.

La voz de la aeromoza es precisa: «Ladies and gentlemen, señoras y señores, abróchense los cinturones. No fumen, please, vamos a aterrizar». Y yo, cerrando mis tartamudos ojos, traduzco lentamente: «Señoras y Señores, apriétense a la vida y apaguen su cigarro, que a la Memoria le hiere la más mínima luz»

autógrafo

Juan Bañuelos


«Destino arbitrario» (1982)

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