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POEMA A FEDERICO

Cucubanos...
Pétalos de rosa blanca...
Estrellas voladoras...
pueblan la geografía espiritual del mundo.

¡Centinelas del Silencio!

Algo lleva el Silencio.
Su falda se ha vaciado de vacíos.

Algo se ha derramado de la inquietud del mundo
y ha encontrado refugio en su mutismo,
sorbiendo infinito calle arriba... arriba... arriba...
de los hombres.

¡Centinelas!
Abrid un poco el paso.

Pétalos de rosa blanca,
encorvad vuestro cielo blanco
para alargar mis ojos.

Estrellas voladoras,
alargad vuestros cinco dedos de luz
hacia mi deseo torturado de imposible.

Cucubanos... Cucubanos...
prestadme vuestras alas
para lograr ese silencio grave
del Silencio.

¡Oídme!
Me inquieta
ese aletear continuo del Silencio
hecho hoy
gesto de fuga en el espacio anónimo.

¿Qué rayo misterioso
ha seducido su cadencia terrestre?
¿Qué enigma de ala, de alma o de perfume,
ha logrado enternecer su milagro de vida?

¡Decidme! Cucubanos... Pétalos de rosa blanca...
Estrellas voladoras...
¿Qué significa esa música de nocturno entreabierto
que llega a mis oídos?
¡Dejadme entrar!
Yo seré centinela del secreto.
Yo seré centinela del Silencio.

Habla un pétalo de rosa blanca:
—No puedo complacerte.
No puedes entrar.
No podrás vadear los arroyos de luz
que corten tu camino.
No podrás prolongar el grito simbólico del siglo
que asalte tus oídos,
porque ya se ha estirado hasta lo infinito.
Ningún mortal tiene derecho a ver
el alma en luz preciosa
que conduce al Silencio.

Es Federico.
Federico García Lorca...
He dicho.

autógrafo

Julia de Burgos


«Poema en veinte surcos» (1938)

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