EPÍSTOLA CENSORIA
Te escribo en una esquina de la mesa más árida y dudo mientras lo hago de que le escriba a nadie. Mano que apaciguaba los papeles, las pugnas, los cansancios, ¿de qué me sirve ya sino de impedimento? Evoco al que no he sido todavía: oigo a ese intruso registrando un desván donde no estuve nunca. Qué sonido más agrio, hecho de disonantes rimeros del desuso y tan de veras espantoso como la palabra familia pronunciada por el último esbirro de la noche. No te escribo ya nunca: tendría que callarme para hacerlo. Soy aquel que recela de pronto que en absoluto tiene tradición.
José Manuel Caballero Bonald