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EL DUQUE

Los niños en la quinta
comienzan la velada,
en noche como tinta,
en noche desolada;
y túmidos y graves
se duermen al redor;
los grillos y las aves,
el trébol y la flor.

Y lámpara amarilla
fulgente reverbera;
destaca la mejilla;
la blonda cabellera;
presenta el escenario
de tierna juventud
y el campo funerario
cual lóbrego ataúd.

En mudo afán presienten
los niños los temores,
y en tanto que se sienten
los perros aulladores,
el valle desolado
divisan con pavor,
y escuchan desusado
levísimo rumor.

Juan Volatín cayó de la ventana,
Juan Volatín rodó sobre el cojín,
Juan Volatín, el duende vida vana,
comienza su enojoso retintín:

—«Cual cien atridas,
la vida paso,
quitando vidas,
desde el Ocaso;
yo cruzo el mundo
con raudo giro;
yo no respiro
que en las gopuras
tramé locuras;
desde Bengala,
desde Valhala,
desde otro cielo;
y en sus confines
di volatines
con suerte ducha.
Mas ¡ah! tunantes
los inconstantes...;
¡nadie me escucha!
¿dónde están Cucha,
Veva, Monina?
La Luz termina.
¡Todos se han ido!
¡solo me quedo!
¡Por Dios qué miedo
les he traído!

»Juan Volatín levántase del suelo,
Juan Volatín con aire paladín...
Juan Volatín compone su capelo
y vuelve a su enojoso retintín:

»—Cual viento mudo,
pasa la onda...
la gente blonda
marcharse pudo.
Solo he quedado...
como el soldado.
Que el Presidente
soy más valiente;
venga a mi lado
la fila aquesa...
veo cual pitas
sus piernecitas
bajo la mesa.
Callada venga,
no se detenga
la marejada
que bulle y crece,
la que parece
desorientada;
gordas pilluelas,
Susas, Estelas;
vengan Pichines;
que en volatines
de varios modos
yo espero a todos».

Ya viene la silfa
que mece la rosa,
florida, pequeña,
del campo la diosa;
en pluma cabalga,
y dulce sonriente
durmiendo las flores
camina al Oriente.

Con dardos agudos,
la siguen armados
cuadrillas, montones
de insectos dorados;
de guía le sirven,
le sirven de estrellas
cocuyos vistosos,
luciérnagas bellas.

Juan Volatín se muestra amilanado,
Juan Volatín esconde su espadín,
Juan Volatín confuso, avergonzado,
se sienta con un medio volatín.

La silfa piadosa
se acerca a los niños;
las duerme, los duerme
con grandes cariños.
Les muestra paisajes
de mundos risueños,
allá en misteriosos
nublados de sueños.

Y luego la turba
de insectos atroces
a Juan Volatines
saludan a voces;
y pronto los vemos
picar a destajo
pescuezo, joroba
y abajo, y abajo.

¡Juan Volatín entrega su capelo!
¡Juan Volatín entrega su espadín!
Juan Volatín rodando por el suelo
redobla volatín y volatín.



José María Eguren


«Simbólicas» (1911)

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