LA MUERTE DEL CIERVO
En medio día azulejo,
después de lenta penuria
el ciervo de la Manchuria
murió de lánguido y viejo.
Distante de las umbrías
en un rincón palizado,
el ciervo desamparado
rumió los últimos días.
Solo, añoraba sus trepas
por las colinas, vidente,
y hoy está frío y yacente
el ángel de las estepas.
Nunca verá la florida
mansión de silvos y hadas
y las praderas rosadas
que quiso tanto en la vida.
Su sombra vaga en la altura
donde espejismo se mueve,
y se destaca en la nieve
como un pesar su figura.
José María Eguren