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LA REINA DOÑA ISABEL II EN LA DECLARACIÓN DE SU MAYORÍA
COPLAS EN CASTELLANO ANTIGUO

Ley mal aguisada, traída de allende,
Vedaba a la fembra sobir al dosel:
Tú nasces, y en brazos Castilla te prende,
E grita Castilla: «Que regne Isabel».

  Lid muévenos dura tu avieso cormano:
Lid foe que de sangre la tierra fartó;
Clamaba moriendo el fiel castellano:
«Que regne Isabela; mi vida le dó».

  Asaz perezoso el tiempo venía,
Non daban a España sus males vagar:
Vos recia por ende levántase un día
Diciendo a Isabela: «Comienza á regnar».

  Sabroso es oirse nombrar soberana,
Non bien de la infanza salvando el confín;
Sabor ha tu sceptro de poma temprana,
Que amagos de robo sofrió en el iardin.

  Ya, pues, que en el trono te ves regidera
E finca en tu mano la nuesa salud,
De ti generosas albricias espera
La gen que á fablarte sus cuitas acud.

  Sey tú como el iris que en lúcida comba
Señal de amistanza del cielo nos faz;
Sey tú como aquella bendita palomba,
Que troxo en el bico la oliva de paz.

  Muy más que el acero de innúmera hueste
Que fiere cervices de indómita grey,
Muy más puede un labio con riso celeste
Diciendo entre hermanos: «Concordia teney.»

  Catar te conviene non yaga en oprobio
La fe, nin los buenos que lievan su vos:
Non membre afambrida allá en el cenobio
La casta sorora, la esposa de Dios.

  Bien es que cuidosa tu regia auctoricia
Mantengas exenta de mengua é revés;
Mas seya delante de tu alta iosticia
Igual del fidalgo el pobre burgués.

  E síguese dende que débese pura
Servar la ordenanza del fuero común:
Franquicias donadas por ley e natura
Non leixes que tengan desmedro ningún.

  Farán en España firmísimo asiento
La paz, abundancia e iúbilo ansí;
É todo del tuyo sagaz regimiento,
É todo, señora, vendranos de ti.

  Estonce, al trabaio entrando cobdicia,
Verás bienandante la puebla crescer,
Trabaio que luce contenta é desvicia,
Da pan a la boca, virtudes al cuer.

  Estonce los yermos agora cerriles,
Do apenas la bestia el paso conduz,
De acuáticas vías, de férreos carriles
Veránse do quiera taiados en cruz.

  Estonce, de fructos con rico tesoro
Bogante la nao de ardid mercader,
Trayranos en trueque de América el oro,
Que hoy ya non es nueso, mas fuéralo ayer.

  Estonce (e tal día ¡que non seya lueñe!)
Granada en dotrinas, haberes é honor,
Alzarse veremos la nueva progeñe,
Que torne á la España su antigo splendor.

  Progeñe que inore los odios villanos,
Causantes agora contino desmán,
Progeñe en que todos se embracen hermanos,
Legítima prole del Cid é Guzmán.

  ¡Oh! mueva de prerlo el tiempo su ruda
E a nos, que nascimos á mala sazón,
Catar las primicias la suerta conceda,
Del sino que atiende la nuesa nación.

  Que veya, primero que el pie se le hunda,
El vicio cercano del negro lindel,
Que veya en España por esta Segunda
El siglo de aquella primera Isabel.

  E sí: verá un pueblo sesudo, valiente,
Que en torno á su Reygna bendizla e le diz:
«Tú noble, tú libre, tú sabia é potente,
Tú, en fin, á tu patria ficiste feliz».

1843.

autógrafo

Juan Eugenio Hartzenbusch


Juan Eugenio Hartzenbusch

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