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EPÍSTOLA DE DON QUIJOTE, EN RANCIO LENGUAJE CABALLERESCO, ADERESZADA AL MUY RESPECTABLE PÚBLICO MATRITENSE

Febrero de 1562.

En un humilde aposento
De una posada en la corte,
Forastero y forastera
Se dicen castos amores.
Mujer y marido son,
Joven él, y ella más joven:
Lágrimas vierte la dama,
Y pide perdón el hombre.
«Matábanme, Félix mío,
Mis celosas aprensiones...
Cuando aprensiones las llamo,
Yerro a propósito el nombre.
Sin avisártelo, vengo
De Asturias a que me informes
Qué tan cierto es que en Madrid
Ofendes a tu consorte.
No ha de amarte más que yo
La que tu fe me soborne;
Y algo por bella me debes,
Y algo por discreta y noble.»
Suspendió aquí la quejosa
Las tiernas reconvenciones,
Porque en el rostro el deudor
Le dio con la paga entonces.
Fatigada la viajera,
Y siendo bien que repose,
La lleva Félix en brazos...
Dios les bendiga la noche.
25 DE NOVIEMBRE DEL MISMO AÑO
      Devoción me merece
          San Lope obispo:
      Lope quiero que sea
          Nombre del niño.
      —Ponle dos, ponle,
      Por mi amor y tu gusto,
          Félix y Lope.

1573

  Bajo el rústico dintel
Del Corral de la Pacheca,
Cisneros el comediante
Habla con Félix de Vega.
«Pasmado (le dice) estoy
De que haya en edad tan tierna
Quien ya en sus cuatro jornadas
Componga en verso comedias.
Once años cuenta Lopico,
Y pasos encuentro en esa,
Que no los tiene mejores,
Virués ni Juan de la Cueva.
De amor y de celos hay
Dos asombrosas escenas:
¿Cómo adivina un muchacho
Lo que no es dable que sienta?
—De amor y celos nació
(Modesto el padre contesta),
Y amor y celos retrata
Por él su naturaleza.»
Llegaba Lopico en esto
Con los chicos de una escuela,
Cañas cabalgando todos,
Pisando recio en las piedras.
Por bandera en otra caña
Llevaba un cartel de iglesia,
Y al pasar por el teatro,
Batió Lope su bandera.

1635

  «Úsase un dicho en Madrid,
Curiosa prima Dolores,
Que allá sin duda ignoráis
En las indianas regiones.
A lo más bello y mejor
En cualquier género y orden,
Ya no se llama excelente:
Dicen todos que es de Lope.
Cosas de Lope se llaman
Libros, espadas, sermones,
Joyas, telas, cuanto tiene
Gran brillo, mérito y coste.
De Lope son los tocados
Que el gusto nuevo dispone,
Las justas de ingenio dignas,
Las ruidosas diversiones.
Las villanas de Aranjuez
Que venden ramos de flores,
De Lope dicen que son
Rosas y claveles dobles.»
Así a una doncella linda
Cortesanas instrucciones
Daba, al entrar en Madrid,
Cierta señora en su coche.
De Cádiz la trae consigo,
Para que a su lado goce
Lo que en Méjico ganó
Su padre, que Dios perdone.
Tomar la calle de Francos
Pretende el automedonte:
Mas el paso le embaraza
Tropel de gentes enorme.
De las calles convecinas,
Ya despacio, ya de golpe,
Desembocan sin cesar
Mozos, viejos, ricos, pobres,
Placeras, dueñas, beatas,
Soldados y sacerdotes:
Sólo se ve luto, y manos
Con amarillos blandones.
No hay en la calle pared,
En cuyos huecos no asomen
Apiñadas las cabezas
De compasivos mirones.
La cruz de San Sebastián
Por entre la turba rompe;
Cánticos de muerte suenan;
Claman las lenguas de bronce.
No se ve féretro aún;
Saldrá, si en marcha se pone
La muchedumbre que llena
Puerta, zaguán y escalones.
Hacia la iglesia, por fin,
Se mueve la prieta mole,
Revueltas las cofradías,
Vacilando los pendones.
Pasan, y pasan, y pasan
Grandes, familiares, monjes,
Cómicos, freiles, poetas...
¿Quién hay a quien tantos honren?
La primita mejicana,
Diestra en aprender lecciones,
Prorrumpe: «Si no es de rey,
Entierro es éste de Lope.»

      Acertaba la niña:
          Lope, el famoso,
      Va de ocho capellanes
          Llevado en hombros.—
          «¡Sánchez! ¡Maestro!
      Decid a esta indianita
          Quién era el muerto.»

  El señor Sánchez, persona
Muy conocida en Madrid,
Zapatero es de aguadores
Y de gente baladí.
Aficionado a la farsa
Desde la edad infantil,
Con pan y comedia vive,
Cómicamente feliz.
Por jefe le reconoce
La turba mosqueteril
Que en el Príncipe y la Cruz
Mueve a menudo motín.
Más de un galán le ha doblado
La engarrotada cerviz,
Enviándole presentes,
Que él desdeñó recibir.
De un novel ingenio cuentan
Que visitándole, a fin
De que estrenándose en tablas,
No se le mostrara hostil,
«Mancebo (saltó el Maese),
Justicia os haremos: id,
Id en paz, si es tal la obra
Que yo la pueda aplaudir.»
Entrose en el coche Sánchez
Como en ganado país,
Y al paso que el duelo siguen,
Habla a las damas así:

  —«Nace el hombre con deseo
De ver y oír cuanto pueda;
Lo que en propio ser no viere,
Codicia verlo en comedia.
Pide el escribirla bien
Alto ingenio y muchas letras,
Alma, inventiva y gracejo,
Que Dios a pocos dispensa.
Farsas en España, ya
Divirtieron a mi abuela:
Para entonces no eran malas,
Para después no eran buenas.
Salieron al fin a luz
Dos, tres, seis y una docena,
Que asombraron a Madrid,
Sevilla y España entera.
En paseos y en saraos,
En las plazas y las tiendas,
Nadie a la sazón trataba
Más que de la farsa nueva.
«¿Quién ha escrito El verdadero
Amante? —Lope de Vega.
—Y Las Amazonas? —Lope.
—¿Y El molino y la Aristea?
 —Lope. —¿Y la Abderite? —El mismo
Lope, y el Vamba y la Angélica,
La Melindrosa, El Maestro
De danzar, La Montañesa,
Lo cierto por lo dudoso,
Psiques, Muza, El Turco en Viena,
Los milagros del desprecio,
El pleito de Ingalaterra,
Amar sin saber a quién,
La Danza boba, La siega,
Los enredos de Celauro,
La Serrana de la Vera,
El mejor Alcalde el Rey,
Peribáñez, Las Batuecas,
El remedio en la desdicha,
El cerco de Orán, La Estrella
De Sevilla... —¡Señor! ¿cuánto
Escribe ese hombre? —Unas treinta
Comedias al año...» Luego
Compuso más de cincuenta:
Cincuenta y cuatro nos daba
Desde cuaresma a cuaresma;
Y esto ¿cuándo! cuando ya
Pasaba de los sesenta.
Dos días, y en cada uno
Doce horas de tarea,
Veinticuatro de bufete
Con otras tantas de huelga,
Tiempo bastante le fueron
Para llevar a la escena
De La noche de San Juan
La fábula placentera.
Con prisa igual más de ciento
Produjo su fácil vena,
Y ha tres años que contaba
Cabales mil y quinientas.
Esto, amén de cuatrocientos
Autos y de diez poemas,
Y romances infinitos,
Canciones y cantilenas,
Los sonetos a puñados,
Los epigramas por gruesas,
Epístolas, no sé cuántas,
Y ocho, en fin, o diez novelas.
Y este hombre comió y durmió,
Y santificó las fiestas,
Y estudió filosofía,
Cánones, historia y lenguas.
Y este hombre trató mil gentes;
Que no hay nación en la tierra
Que no enviase a Madrid
Persona que a Lope viera.
Del Padre Santo en la corte,
Del Gran Señor en presencia,
Con vítores resonó
El nombre del gran poeta.
Grande, sí, porque de España
Reprodujo la grandeza:
Cuanto hay bello y grande aquí.
Sus farsas nos representan;
Y no con frase trivial,
Ni en rima pobre y grosera:
Garcilaso y Castillejo
Brillan a la par en ellas.
¿Qué español no quiere ser
Aquel galán, que él diseña
En Las flores de Don Juan,
Flores de oro, no de seda!
¿Quién pudo sin llanto ver
A la divina Isabela,
Que allá en Irlanda padece
La más lastimosa fuerza!
Por templar al padre airado,
Que un hijo de amor desecha,
Esclava de su galán,
Suspira celosa Elena.
Corona Sol merecida
Ciñe de cónyuge honesta:
Porque un rey de amarla deje.
Sus brazos al fuego entrega.
Ley natural hace al hombro
Amar a su compañera;
Lope la pone en altar,
Y al pie del altar nos lleva.
Teatro español tuvimos
Antes que Lope naciera;
Mas era teatro en cuna,
Y aun era español apenas.
Él le dio forma y valor
Y sello que nunca pierda:
Si hombre como yo lo ve,
Marcadas tendrá las señas.
De Lope el arte aprendieron
Cuantos en él se le hombrean,
Tirso, Rojas, Alarcón,
Y el que hoy su laurel hereda.
De autores hablar no quiero,
Que usando mi oficio medran:
Zapatos remiendo yo,
Y ellos a Lope remiendan.
Pródigo maestro, a mil
Cortada dejó la tela:
Desperdicios de su pluma
Son gala de ciento ajenas.
El Fénix de los Ingenios
Le han llamado; no lo aciertan:
El fénix de sí renace,
Y un Lope no se renueva.
No da Dios tan a menudo
Tanto ingenio y tales prendas.
Flaquezas en Lope vimos:
Ejemplar vimos la enmienda.
Galán, soldado con brío,
Dulce humor y habla discreta,
Gran defensor de las damas,
Pagáronle el defenderlas.
Dos veces casado fue;
Dos hijas casadas deja,
Una bien, otra mejor:
Monja vive aquí a la vuelta.
Hija de culpa nació
La hermosísima Marcela;
Dios ángel volverla quiso,
Que gloria del padre fuera.
Sacerdote él ventiséis
Años, y en clausura estrecha
Catorce ella ya, virtud
A siglo y a claustro enseñan.
Jamás de labios de Lope
Salió palabra soberbia;
Jamás la envidia en su pecho
Vertió su ponzoña negra.
Con su ingenio iban al par
Su bizarría y modestia;
Quien no le trató por gusto,
Le buscó por conveniencia.
Ved esos pobres que gimen,
Siguiendo la turba densa:
Padre era de todos él,
Y pobre por ellos era.
Mas ya se paran allí...
Las Trinitarias son esas...
De frente a una celosía
Veis que el ataúd presentan...
Sor Marcela de San Félix,
Tras la celosía puesta,
A dar a su padre va
La despedida postrera.
Las manos al ataúd
Tiende amante una profesa.
¡Ella es! ¡ella es! la hija santa
Del gran Frey Lope de Vega.»

  Silencio reinó profundo,
Mudas las campanas quedan,
Beberse quieren los ojos
El eco flébil que esperan.
«¡Santos del Señor (se oyó),
Cuyas virtudes excelsas
La fe celebró de Lope
Con rima imperecedera!
¡Vos, Apóstol de las gentes,
Penitente Magdalena,
Roque, Diego, Nicolás,
Casilda, Julián de Cuenca!
¡Vos, Cardenal de Belén;
Vos, Ángel de las escuelas,
Brígida, Isidro, Agustín,
Y vos, mi Madre Teresa!
Con vosotros ha vivido
El alma de Lope tierna:
Recibidla en brazos, hoy
Que al pie del Eterno vuela,
Recibe tú, padre mío,
De este mi dolor la ofrenda:
Sin corazón para el mundo,
Me mata por ti la pena.
¡Padre! ¡Adiós! Del viaje largo
Descansas en paz perpetua;
Y en vez de laurel caduco,
Ciñes corona de estrellas.
¡Yo lloro, y eres feliz!
¡Bendita la mano sea,
Que gloria te da en el cielo,
Tras gloria tanta en la tierra!

autógrafo

Juan Eugenio Hartzenbusch


A 25 de noviembre de 1860 se inauguró el sencillo monumento mural que se ve en la fachada de la casa donde Lope murió. Leyó en aquella solemnidad este romance, años antes escrito, mi querido amigo el Sr. D. Manuel Cañete.


Juan Eugenio Hartzenbusch

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