EN CARTAGENA
De la noche cuando llego a la muralla
que la lima del tiempo desmorona,
y el mar, ebrio de yodo, se corona
de hirviente espuma que a mis pies estalla,
al pensar en tu ausencia, en esa valla
que nos divide, mi pasión se encona...
y mi recuerdo, entonces, te aprisiona
en su invisible y resistente malla.
Y entre mí te poseo. Entre mí mismo
te hablo, te aspiro, te contemplo y toco,
como entre las nieblas de un abismo.
Mis párpados se cierran, poco a poco
y en un largo y supremo paroxismo,
beso tu sombra hasta volverme loco.
Julio Flórez