ALTAS TERNURAS
XII
Y en esa duda me revuelvo gimo
no sé si al acercarme, en esta hora,
a ti—destello de la gran aurora
celestial—te complazco o te lastimo.
Mas, como tengo tu constante mimo,
esperaré a la Muerte bienhechora
que me aproxime a ti, ¡dulce señora!
¡ya que a ti por tu bien, no me aproximo!
Qué importa mis constantes sin sabores;
qué de mi suerte las terribles sañas
en este inmenso valle de dolores,
si sé que por doquiera me acompañas,
porque te llevo —¡amor de mis amores!—
como me llevaste... ¡en las entrañas!
Julio Flórez