XVII
Amo esta tierra ajena por lo que me da, por lo que no me da.
Porque mi tierra es única. No es la mejor, es única. Y los ajenos la respetan sin querer, siendo ellos, siendo de otra manera, bellos de otra manera.
En sus bellezas me conmuevo. Nada tengo que ver con su manera de llegar a la belleza.
Esto es hermoso: dándome su belleza, me dan también la
ajenidad de la belleza. La injusticia, el dolor, el sufrimiento, se interponen casi siempre.
Salú, belleza. Somos pedazos del viaje universal, diferentes, contrarios, las mismas olas nos arrastran.
Iremos a parar a cualquier playa. Vamos a hacer un fueguito contra el frío y el hambre.
Vamos a arder bajo la misma noche.
Vamos a vernos, ver.
roma / 16-5-80
Juan Gelman