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DE NADA

                        I

Al pardear se encontraron
y hablaron estas palabras:
—¿Ande vas?
—Voy al casillo.
—¿No sales luego una miaja?
—Daremos un cacho vuelta
cuantis que apaje las vacas.
Me faltan cuatro posturas.
—Pues yo voy a darles agua.
—¿Al río?
—No, al Mullaero.
—Pues bien mala está esa charca.
Y los mozos se apartaron
sin decirse más palabras.

                        II

Era una noche de enero
muy fría, serena y clara:
noche de muchas estrellas
y pocos ruidos. Helaba.
Cuatro mozos embozados
en sus anguarinas pardas
platican, y no de amores,
en la mitad de la plaza:
—¿Qué andáis haciendo estos días?
—Pues hate cuenta que nada:
arrecogiendo buñicas
en los praos; mi padre, en casa.
Y vusotros, ¿ánde andáis?
—Hiciendo también la engaña:
hoy, a por unos carrascos
pa masar. La otra semana
no nos vagó dir a ellos
y derrotemos más támbaras...
—Y tú, Juan, ¿andas a istierco?
—No, maldito: ya no hay nada.
cuasi de viga derecha
to el día. Pasó mañana
habrá que echarlo al molino
con garrobas pa las vacas,
y el desotro a por adobes
pa gobernar una miaja
las tenás del otro barrio...
—¡Chachos, qué noche tan rasa!...
No se barrunta una mosca.
—No, pues ancá de Luciana
buena zorita traían
cuando yo salí de casa
—Hay baile.
—¿De pandereta?
—¡Quia, de badil!
¿Quién cantaba?
—Pues por un lao parecía
Quica, y por otro Colasa.
—¡Son tan autás!...
—¿Y de mozos?
—Cuatro chavalillos..., nada.
—¡Chico, pai han jijao!
—Esos serán los Pardalas
que salen de ancá de Petra...
¡Callarsos a ver si cantan!...
—Ellos son, hombre, no escuches,
¡si han jijeao!...
¡Coine, calla!
¡Tú jijea y que hablen ellos!
—¡Ay jijí!...
—¿Quién vive?
—¡España!
—Buenas noches.
—Buenas noches.
—Y frescas. ¿De qué se trata?
—Pues decían que esta noche
iba a hacer baile Luciana
porque iba a venir a ella
un mozo de Matamala,
que dice que gasta ponche
y que toca la dulzaina.
—Pues lo del mozo es mentira,
porque han ido ancá Luciana
tres veces los mayordomos
a cobrar el vino y... ¡nada!
Lo que hay es baile.
—Pues vamos.
—¡Si es de badil!
—¿Y qué? ¡Hala!
—¡Muchachos, la toná nueva!
—¡Los que la cojáis, echaila!...

                        III

Y abriendo mucho las bocas,
llegaron ancá Luciana.
Cerrada estaba la puerta,
la casa en silencio estaba,
porque su gente tenía
que masar muy de mañana
y no madruga la gente
si las veladas son largas.
Calle abajo, calle abajo
la ronda siguió su marcha
y no dejó aquella noche
calleja no paseada,
ventanillo no atisbado,
gato que no apedreara,
perro echado, charco lleno
y estrella no contemplada.
—¡Chachos, debemos de dirnos,
si sos parece, a la cama;
que antes que nos percatemos
la gente vieja reballa.
Si no, mirai las cabrillas
por ánde van ya.
—Pues anda,
que yo que tengo en el cinto
la llave pa entrar en casa...
¡Huy, Dios, como me barrunten,
verás mi madre mañana!
—Pues, chicos, yo no me acuesto;
me voy a apajar las vacas
cuantis me quite esta ropa
pa dir temprano a por támbaras,
—Y a mí me dijo mi madre
que a cepas, chico, ¡pues anda,
que voy a tener un cuerpo
pa rozar!... ¡Huy qué galbana!
—Pues yo, galán, a buñicas...
—Y yo a calentar el agua
pa masar.
—Y yo al mercao.
—Y yo a piedra.
—Y yo a las cabras.
Conque, muchachos, que es hora:
¡cada uno pa su casa!
Y el grupo de rondadores
se abrió como una granada.

                        IV

Al poco rato la aldea
muerta del todo quedaba;
la alborada aún no venía,
declinó la luna blanca,
relucían las estrellas,
iba en aumento la helada,
el suelo se endurecía,
los tejados blanqueaban...

autógrafo
José María Gabriel y Galán


«Castellanas» (1902)

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