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EL BARBECHO

¿Dónde irá sola Teresa
por la senda que atraviesa
los barbechos? ¿Dónde irá?
¿Qué tendrá, que así suspira?
¿Qué tendrá, que apenas mira
las aradas? ¿Qué tendrá?

¿Por qué con más gentileza
llevó sobre su cabeza
la blanca cestita ayer?
¿Por qué le dijo a su madre:
—Madre, que está lejos padre
y he de tardar en volver?

Su madre ayer le decía:
—Hija, que no es mediodía...
¿No ves el sol en la torre?
—Madre, ¿el sol no se equivoca?
—¡Jesús, qué cosa tan loca
de muchacha!... ¡Corre, corre!

Y alegre y ligera vino
por ese mismo camino
que parte en dos el barbecho;
llevaba luz en los ojos,
risas en los labios rojos,
gozos en el alto pecho.

Cantaba las melodías
que el sol de los buenos días
inspira a las castellanas
e inspira a los castellanos
cuando se vierte en los llanos
de las abiertas besanas.

Y las alondras terrosas
sus oídos, codiciosas
al dulce cantar abrieron,
y sobre el surco posadas,
con pupilas asombradas,
pasar a Teresa vieron.

Hoy pasa muda y sombría...
«Hija que ya es mediodía»,
dijo tres veces su madre.
«¡Jesús, madre, qué inoportuna!
¡No tengo prisa ninguna,
que no está muy lejos padre!»

Moza: ¿por qué esas mudanzas?,
¿no tiene hoy lontananzas
los bellos ojos de ayer?
¿No te pide melodías
el sol de los buenos días
en la besana al caer?

¿No te dio un beso tu madre?
¿No vas a darle a tu padre
besos y pan en la arada?
¿Hoy no hay alondras terrosas
que te escuchen codiciosas
la vagabunda tonada?

Camino vas del barbecho
con un secreto en el pecho
que yo conozco, Teresa...
No pienses que soy un duende
porque mi mente comprende
lo que en el pecho te pesa.

Allá en aquella hondonada,
hay una tierra ya arada
que estaba ayer sin arar...
Solos tú y yo hemos sabido
que a arar el gañán se ha ido
a otro lado del lugar.

Descansa un rato, Teresa,
que yo bien sé cuánto pesa
lo que llevas en el pecho,
y sé cómo caminamos
cuando la carga llevamos
hacia el contrario barbecho.

No te sonrojes, hermosa,
que no es una extraña cosa
ni es pecadora mudanza
que el sol te parezca oscuro,
pesado el ambiente puro,
ceñuda la lontananza,

pálidas tus melodías,
tristes estas gañanías,
áridos estos senderos...,
y hasta el querer de tu padre
y hasta el apego a tu madre
más borrosos, más someros...

¿Qué es el barbecho, Teresa?
Si amor no está en él, confiesa
que barbecho es un erial;
mas si algo dice en el pecho
que anda amor por el barbecho...
¡barbecho es huerto edenial!

autógrafo

José María Gabriel y Galán


«Nuevas Castellanas» (1905)

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