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MISANTROPÍA

¡Qué triste noche!... Las lejanas cumbres
Acumulan mil nubes pavorosas,
Y el lívido relámpago ilumina
Su densa confusión. Calma de fuego
Me abruma en derredor, y un eco sordo,
Siniestro, vaga en el opaco bosque.
Oigo el trueno distante... En un momento,
La horrenda tempestad va a despeñarse.
La presagia la tierra en su tristeza.

Tan fiera confusión en armonía
Siento con mi alma desolada... ¿El mundo
Padece como yo?...
                                    Mujer funesta,
¡Ay! ¡me perdiste para siempre...! En vano
Me esfuerzo a reanimar del alma mía
El marchito vigor: tú el universo
Desfiguraste para mí... Ni echarte
De la memoria lograré. Tu imagen
Me persigue, causándome deleite
Funesto, amargo, como la sonrisa
Que suele estar helada entre los labios
De una belleza pálida en la tumba.

¡Oh hermosas! yo inocente os adoraba...
¿Quién me venció en amar? Vosotras fuisteis
Mi encanto, mi deidad: en vuestros ojos,
En vuestra dulce y celestial sonrisa
Duplicaba mi ser; y circundado
Por atmósfera ardiente de ventura,
Abjuré la razón, quebré insensato
De mi enérgica mente los resortes,
Y a solo amaros consagré mi vida.
¡Qué horrible pago recibí!... ¡Oh hermosas!
Me hicisteis infeliz y ya no os amo...
Ni puedo amar la vida sin vosotras.

Asi en horrible confusión perdido
Vago insano y furioso... Desecado
Siento mi corazón, huyo a los hombres,
Y hasta la luz del sol ya me fatiga.
¡Ay! se apagó mi fantasía: vago,
Espectro gemidor, junto al sepulcro.
Mas amo a veces mi aflicción; me gozo
En el llanto de fuego que me alivia.
¡Felices ¡ay ! los que jamás probaron
El gozo del dolor!...
                                    ¿Dó están los tiempos
De mi felicidad, cuando mi mente
De la vasta Creación se apoderaba
Con noble ardor? En medio de la noche,
En la gran soledad del Océano
Suspenso entre el abismo y las estrellas,
¡Cuán fuertes y profundos pensamientos
Mi mente concibió! ¡Cómo reía
El Universo de beldad ornado
Ante mis ojos! ¡Cómo de la vida
Me sentí en posesión!... Mas hoy... ¡cuitado!
Juzgan turbada mi razón... ¡Oh necios!
¿Del amor os quejáis, y en vuestras frentes
Brilla de juventud la fresca rosa
Sin marchitarse? Contemplad la mía,
Profundamente del dolor hollada,
Y aprended a sentir... Mas no me atienden,
Y maldiciendo mi semblante adusto,
Insocial y selvático me llaman.
Porque no sé para fingir sonrisa
Dar a mis labios contorsión violenta
Cuando mi alma rebosa en amargura,
Imputan a feroz misantropía
Mi amor de soledad... ¡Oh! si pudieran
Bajo el agreste velo que la cubre
Sentir de mi alma la ternura inmensa,
Tal vez me amaran... Pero no: tan sólo
Injuriosa piedad o vil desprecio
En sus almas de fango excitaría.

Dejadme, pues, que oculte mis dolores
En esta soledad. Árboles bellos,
Que al soplo de los vientos tempestuosos
Sobre mi frente os agitáis, mañana
Vendrá a lucir el sol en vuestras copas
Con gloria y majestad: mas a mi alma
De borrasca furiosa combatida,
No hay un rayo de luz... Entre vosotros
Buscaré alguna calma, y de los tristes
Invocaré al amigo, al dulce sueño.

(Agosto de 1821)

autógrafo

José María Heredia


«Poesías líricas de don José María de Heredia» (1893)
Poesías amatorias


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