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VENTURA DE LA VEGA

VERSOS RECITADOS DELANTE DE SU RETRATO EN EL TEATRO DE LA VICTORIA EN LA NOCHE DEL JUEVES 25 DE ENERO DE 1866

Saludémosle; es él: el inspirado,
Que cual las cuerdas de su lira, supo
Estremecer del corazón las fibras,
Hundirle en el dolor, bañarle en gozo,
Y dominar las almas. Esa lumbre
Que brota de sus ojos renegridos,
Viene del fuego de su mente, en donde
Vicios, carácter y pasión y afectos,
Del hombre en sociedad, claros bullían,
En el molde del arte se animaban,
Y hechos carne y verdad aparecían,
Del mágico a la voz. ¡Ficción divina,
Segunda creación, fuerza del genio,
A ti la admiración! A ti, que sabes
Convertir sombra en luz, mentir dolores,
Atizar los volcanes en el pecho,
Hicer amar o aborrecer: con sueños,
Con visiones, no más. Tal te fue dado,
Cisne del Plata en lago extraño creado,
Pues también en tu frente
Puso el cielo la llama
Que al través de la noche de los siglos,
Mostrada por la fama,
Brilla aún en Calderón y alumbra en Lope.
Reinar en los espíritus; silencio
Y atención imponer; con cetro de oro
Despotizar el auditorio inmenso;
Y ora risas o llantos arrancarle
Según tu voluntad; ese el destino
Fue de tu vida. ¡Cuánto,
No has debido gozar, rey de la escena,
Al ver que a par del armonioso verso
Que el numen te dictaba, acongojado
El seno se movía
De mil mujeres bellas,
Cual la onda azul de tu nativo río;
Y cuánto al contemplar, que la mejilla
Surcada por honrosas cicatrices
Enjugaba el soldado, conmovido,
Y te aclamaba vencedor!... Mas, ¿cómo
No vencer si en tu boca
Puso jazmín la aurora, miel la abeja,
La pampa su perfume, y su susurro
Misterioso la linfa de los ríos
Que inmensos, raudos, en el Plata se hunden?

La lengua de León, de Herrera y Rioja,
Hija del Lacio, y del Oriente hermana,
Al tocar en tu labio remedaba
Rumores de las harpas suspendidas
En las alas del céfiro; y atónita,
Al escuchar la nueva melodía,
Al mundo, España, preguntó: ¿de dónde
Viene esta voz? El ave que la forma,
En que bosque nació? Qué aura impregnada
De ritmo y armonía
Ha aspirado al nacer? ¡Pregunta vana!
Ese del Pindo cóndor altanero,
Su pecho en el ambiente de los llanos
Abrió por vez primera, y en áurea cítara
Su pecho se trocó: que el nuevo mundo
Tiene angélicos coros en el éter
Y aliento de sirenas en sus auras.
Sí; sublime al cénit se encumbra el cóndor,
Y de César la túnica sangrienta
Lleva en la garra, a guisa de bandera
Que pregona la gloria del poeta.
¿A dónde ufano se encamina? Acaso
Va a medir con las alas el Océano,
Cambiar de mundo, y descender al Plata
A engalanar sus ondas con los mirtos
Y rosas y laureles cosechados
En las sagradas selvas de las Musas?...

¡Ah, infortunado! ¡cuando al sol tocaba
Y entre aureolas de luz resplandecía,
Nubes de luto y muerte le rodean,
Y repliega las alas, y desciende
Yerto, helado, sin vida, al nido eterno
Mudo guardián de sus postreros trinos.
¡Cuál, con los vendábales reluchaba
Ansioso por llegar! ¡Cuál dilataba
Sus vivaces pupilas sobre el vasto
Campo verdoso de la mar, buscando
El árbol de su infancia, y la sonora
Linfa que de su cuna el pie mojaba,
Y él en sueños de amor rememoraba!

Muda la voz, pero elocuente el alma
En el trance fatal; ¡quién nos dijera
El himno que cantó de despedida
A la mundana gloria, al don del verso,
Al amor de sus hijos! ¡Quién, dichoso,
Pudiera dar al pensamiento forma
Del genio que se extingue en playa extraña,
Y ve los brazos de la madre abiertos,
Siente el aire nativo, escucha voces,
Lejanas sí, pero amorosas todas,
Que le hablan de sus tiempos de inocencia,
Del juvenil amor! ¡Morir entonces
Es mil veces morir! El césped patrio
Es blando al postrer sueño; duro y frío
El que nos brindan extranjeras playas.

Tanta gloria y dolor ungen del vate
Los mortales despojos, y aromados
Dentro la urna de sándalo que labra
La fama al genio, en átomos brillantes
Eternamente irradian en la frente
De la patria feliz que le dio aliento.
Tu la fuiste de Vega, Buenos Aires,
Madre fecunda de hijos generosos,
Que ora la lanza, ora la lira mueven
Y en el escudo victoriosa te alzar.
Abre el panteón de amor al nuevo héroe.

Mira cual presurosas
Las sombras bajan y en silencio vienen
De López, Luca, Lafinur, Varela,
Y abrazan al hermano, y le coronan
Con siemprevivas y verdosas palmas,
Y remontan con él a las regiones
Desde donde bendicen a la patria,
Con liras de oro, sus virtuosas almas.

autógrafo

Juan María Gutiérrez


Juan María Gutiérrez

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