ENDECHA DEL GAUCHO
Mi caballo era mi vida,
mi bien, mi único tesoro;
a quien me vuelva mi Moro,
yo le daré mi querida
que es hermosa como un oro.
A mí nada me faltaba
cuando mi Moro vivía,
libre era cuanto quería,
ni guapetón me insultaba
ni alcalde me perseguía.
En todo pago y camino
donde estampó las pisadas,
allí sus glorias grabadas
dejó, y renombre divino,
por las carreras ganadas.
Fuego en sus ojos lucía,
y de rabia y de despecho,
la espuma arrojaba al pecho,
si tras el pato corría,
y otro le ganaba un trecho.
Mi caballo era una flecha
cuando la espuela le hincaba:
zanjas y arroyos saltaba,
cuando en mi mano derecha
la bola certera alzaba.
¡Ombú, que me das abrigo!
¿Te acuerdas cuando venía
bajo tu sombra María,
a ponerte por testigo
de las llamas en que ardía?
¿Te acuerdas cómo bufaba
el Moro lleno de brío,
al sentir que el amor mío
con sus crines jugueteaba
como con olas del río...?
Mi caballo era mi vida,
mi bien, mi único tesoro:
¡indio, vuélveme mi Moro,
yo te daré mi querida
que es luciente como el oro!
Juan María Gutiérrez