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DELIRIO

A Elvira

Hermana: Amiga: mi adorada Elvira
Un momento; por Dios; un solo instante,
Ven a calmar de tu infeliz amante
El infierno o volcán en que respira
              El ardiente veneno
Que agrio del alma se desliza al seno.

Ven por piedad. El diente rudo
Del acerbo dolor me rasga y mata:
Hoy es un día de aquellos que rebate
El infierno mi calma, y el sacro nudo
              De mi espíritu y Dios
Se rompe y oigo dese infierno la voz.

Que como rayos recorren rebullendo
Mil ideas de muerte el Pensamiento.
Que el corazón rebelde al sufrimiento
Maldice hasta mis lágrimas, rugiendo
              Y cual soberbia roca
Ríe a la tempestad y la provoca.

Que de una en otra fibra correr siento
Un líquido de fuego por mi frente;
Y cual un cráter de volcán ardiente
Mi boca arroja quemador aliento:
              Que aborrezco a la tierra
Y cuanto el orbe en su extensión encierra.

Que yo mismo rebelde me aborrezco
Que... ¿No te acuerdas mi bien?...
Mil de estos días a tu lado también
Sintió tu amante; mas se huían presto...
              Tú eras el Ángel bueno
Que me tornaba del Eterno al seno...

En mi empanada frente divisabas
Cuanto mi ser en su interior sufría
Imprimiendo en tus manos a la mía
Sin desplegar tus labios me llevabas
              Al sentir de tu canto
El mágico poder que atraía el llanto.

Tu leve mano del marfil hería
Los más suaves suspiros; los que apenas
Exhalaran amores, y a mis penas
Tocaran suavemente en su armonía...
              Cual de un ángel tu acento
Un himno al padecer mezclaba al viento.

Cual lumbre sin sustento que se acaba
Mi Espíritu sentía en presta huida,
Y helándose mi sangre, cual si[n] vida
Sobre tu virgen pecho me inclinaba,
              Semejante al que muere
Y el sacerdote santo sostuviere.

Tu corazón sentía... El lúgubre sonido
De más en más mi espíritu animaba,
Cual de una nueva vida se exhalaba
Un suspiro por tu alma recogido...
              Una gota ligera
Tu cuello de alabastro humedeciera.

¡Ay! cesabas tu canto, y suspendiendo
Mi débil cuerpo entre tus brazos bellos
Mil y mil besos con el alma en ellos
En mis labios sellabas... confundiendo
              Con el néctar fecundo
Tu Elvira te idolatra —burla el mundo.

¡Ángel consolador! ¿dónde te has ido?
¿Dónde te busco di? ¿Dónde el que expira;
Tu amante, dónde a su adorada Elvira
Irá a buscar con el dolor herido?...
              En la tumba en el cielo?
Dime dónde te escondes y allá vuelo...

Todo es noche sin ti; todo desvío
Triste grano de polvo en mundo extraño.
Mi corazón en su volcán tamaño
Quisiera amarlo todo, y todo es frío:
              En ti sola se siente
Ese amor o fantasma de mi mente.

En ti, mujer, sublime, poesía,
Ángel o lo que seas; en ti existe
Ese fuego creador que en mí encendiste;
Fuego que entre su llama consumía
              De la fatal fortuna
El negro sello que estampó en mi cuna.

Fuego de amor, de vida ... ven mi Elvira...
¡Eh! qué importa que orgullosa mano
De mí te aleje con rigor insano...
Tu Dios, tu mundo, tu universo mira
              En la pasión violenta
Que a Dios, al mundo, al universo alienta.

La vida es puro amor, amor los cielos.
Cuando Dios en sus manos contemplaba
El ser primero que a la tierra daba.
Le dijo y lo lanzó «Allá en los suelos
              Mi espíritu te inflama
Antítesis sombrío —Sufre y ama».

Si te llamo, mi bien, cuando han volado
Dos años o dos siglos, sin mirarte
No es sólo por de nuevo contemplarte
Porque hay algo a mi espíritu robado
              Porque sufre tu pecho
De llanto amargo y de dolor deshecho.

Rodeada de mortales si te viera
Que perfumaran con su amor tu vida
Yo me riera mi bien; jamás herida
Por los vulgares celos mi alma fuera
              Un corazón quisiste
Lo hubo, su molde entre sí mismo viste.

Mientras el hado nos separe ingrato
Mi nombre en tu alma vagará constante
Querrás hallar de tu infeliz amante
Acaso en algún ser débil retrato.
              Mas, ¡ay! a tu alma —una—
La mía y nada más. Ella o ninguna.

Y en los alientos de mi sueño o llanto
De esta tormenta, exhalación perdida
O muerte o lo que tengo y llaman vida
Cual talismán de calma o poder santo
              Entre risa o lamentos
La voz ¡Elvira! llevarán los vientos.

Bs. Ay., Agosto 1840

autógrafo

José Mármol


«Cinco poesías inéditas de José Mármol»
Jimena Sáenz


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