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CANTO DEL POETA

                        I

En mi barca de poeta
con mi Lira y mi querida,
surco alegre de la vida
el inmenso y turbio mar.

Y, la vela desplegada,
y en el mástil mi corona,
si por mí ninguno abona,
yo por mí sabré abonar.

      Vuela, vuela,
      mi barquilla,
      no hay orilla
      que tocar;
      que en tu rumbo
      tan incierto,
      es tu puerto
      todo el mar.

                        II

Si me encuentro algún pirata
y a mi rumbo presto vira,
yo me río, y en mi Lira
suena un canto sin afán.

Que al puñal que me amenaza
la alma mía no se inquieta,
pues si matan al poeta,
la Canción no matarán.

      Vuela, y todo
      desafía,
      barca mía,
      sin temer;
      que lo humano
      no se avanza
      donde alcanza
      tu poder.

                        III

Cuando recio brama el viento
y la ruda mar se empina,
mi cabeza se reclina
en los hombros de mi bien.

Y, al arrullo de las ondas,
yo me aduermo en su regazo,
mientras forma con su brazo
la corona de mi sien.

      Corre, barco,
      descuidado,
      que a tu lado
      va el amor;
      que este niño
      allí se encanta
      donde canta
      el trovador.

                        IV

Si altas naves al hallarme
alzan fuerte su bandera,
«Id con Dios, que es más velera
mi barquilla», digo yo;

«de oro y seda son las vuestras,
mis banderas son de flores;
sois más ricas en honores
pero no más libres, no».

      Vuela, vuela,
      barca activa,
      con altiva
      vanidad;
      Que en tu humilde
      popa airosa
      va la hermosa
      libertad.

                        V

Cuando en medio de las olas
se deshaga mi barquilla,
mi corona irá a la orilla
mientras yo a la Eternidad.

Y banderas y altas naves
cuando ya nadie recuerde,
mi corona siempre verde
vivirá en la humanidad.

      Sigue, sigue,
      barca bella,
      yo tu estrella
      sé alumbrar.
      Yo, que si eres
      sumergida,
      nueva vida
      te he de dar.

                        VI

En mi barca de poeta
con mi Lira y mi querida,
surco alegre de la vida
el inmenso y turbio mar.

      Vuela, vuela,
      mi barquilla,

que en tu rumbo no hay orilla,
y es tu puerto todo el mar.

autógrafo

José Mármol


«Armonías» (1851)

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