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EL POETA MÁRMOL AL POETA MITRE
EL CANTO DE LA PATRIA

Ya las nubes del Plata al fin se doran
Tras larga noche de tiniebla umbría,
Y al alma luz del suspirado día
Los pueblos cantan, los tiranos lloran.

Ya la patria del genio y las victorias
A su trono inmortal radiante sube,
Envuelta, como en blanca y azul nube,
En la bandera de sus viejas glorias.

Madre ardiente de amor, yerta al encono,
Del Plata al Andes sus miradas gira,
Y a un solo pueblo envanecida mira,
Que en su hombro de titán sostiene el trono.

El destino solícito levanta
A sus ojos el velo del futuro,
Y ella, al través del horizonte oscuro,
Ve el porvenir y su grandeza canta:

«Allá está iluminada por el divino rayo
Que brota la mirada dulcísima de Dios,
La interminable senda que me enseñara en Mayo
Cuando sonó a mi oído su omnipotente voz.

»Allá está atravesando del tiempo las regiones,
Surcada de los siglos por el gigante pie,
Cubierta con los restos de cien generaciones
Que vanse trasmitiendo la herencia de mi fe.

»Allá está la corona del genio americano
y el libro del destino, bajo región de luz:
Regalos á la esposa del porvenir humano,
A la heredera rica del mundo y de la cruz.

»El porvenir la espera. Allá está y se levanta
La lumbre que ilumina de América la faz;
Marchemos adelante de su atrevida planta;
Sobre el pasado ingrato resignación y paz!

»Aquí, dentro mis ríos que riegan las entrañas
De un mundo y le difunden la vida y robustez,
Sobre mis anchos prados, al pie de mis montañas
Que dora de mis astros la clara brillantez;

»Aquí no he respirado después que sonó ingrata
De la vergüenza mía la bárbara señal:
Las olas no llevaron mi lágrima en el Plata,
Ni el viento de la Pampa mi queja maternal:

»Y errante peregrina, viví con el tesoro
De los recuerdos bellos de mi rosado albor,
Cuando se abrió en la historia la página de oro
Que recibió mi nombre con su inmortal honor.

»En lágrimas bañada y ahogando en mi delirio
Dentro del pecho mío la dolorida voz,
De hinojos he pasado las horas del martirio
Pidiendo por mis hijos la caridad de Dios.

»Mi sed amortiguaba en los torrentes fríos
Que de la sien del Andes espléndidos caen;
Y allí los pasos vía de los guerreros míos
Marcando sempiternos la empedernida sien.

»Mi lecho eran los campos que hubieron por alfombras
Las rotas armaduras del duelo colosal;
y allí me rodeaban las impalpables sombras
De los que al caer oyeron mi cántico triunfal.

»Para guardar mi sueño entre mortuoria pompa
Velaban silenciosas su inmenso panteón;
Pero soñando oía de la guerrera trompa
Los vibradores ecos, y el trueno del cañón.

»La noche fue muy larga, pero sonó la hora
De la Justicia eterna, y el rayo descendió:
Iluminó la esfera su llama vengadora
y la proterva frente del bárbaro rompió.

»Abriéronse los muros del templo maldecido;
Los ídolos cayeron de su sangriento altar;
Pero el espeso polvo por vientos sacudido
Encegueció a mis pueblos al procurarme hallar.

»Al fin nos encontramos, y cerco diamantino
Me forman con el alma que les tocara yo:
Nos vemos a los rayos del sol de mi destino:
El polvo de rüinas se levantó y cayó.

»¡Adiós para el pasado! Allá está y se levanta
La lumbre que ilumina de América la faz,
Marchemos adelante de su atrevida planta,
Tras el pasado ingrato fraternidad y paz!

»¡Al porvenir seguidme! la luz lleva en su mano,
Mostrándonos la senda, la hermosa libertad;
Si halláramos de paso que crece algún tirano,
Al águila en el huevo de paso reventad!»

Octubre 21 de 1860.

autógrafo

José Mármol


«Cantos del peregrino. Poesías diversas» (1889)
Poesías diversas


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