UNA PREGUNTA SUELTA
Recreábase al sol el tigre un día,
a entrada de su cueva,
cuando acertó a pasar la zorra y díjole:
—Dios guarde a su excelencia.
—Y a usted mil años, tía, contestóle
el sultán de la selva;
parece que llegara fatigada,
que mohína estuviera,
entre usted y descanse, recobrando
el ánimo, la fuerza.
—Gracias —dijo la zorra—, voy tan sola...
ya ve usted... mi inocencia...
—Nada tema, señora: a mi morada
todos los brutos entran:
mire usted, cuántas huellas de animales
que hacia la gruta llegan.
—Muy bien —dijo la zorra—,
Y los que salen
¿dónde dejan las huellas?
Juan José Botero