¡EL ÚLTIMO BESO!
Sombra la tarde,
oscura la estancia.
Muy blanca mi madre, muy fría,
muy triste, muy sola mi alma.
La caja mortuoria
con lazos de luto ataviada
y en la caja, ella,
en medio la sala.
De amarillos blandones de cera
la pálida llama,
una luz mortecina
sobre el rígido cuerpo de mi madre daba.
Y se oía a lo lejos el doble
de aquella campana.
Y seguía ese doble, y seguía,
como triste clamor de alguna ánima...
..................................................................
De pronto hubo un murmullo de rezos
y un caer de lágrimas,
y un coro de quejas se oyó, porque el cura
con su traje de muerte llegaba.
Caí de rodillas
cerca al féretro de mi madre, y rezaba
aquellas sencillas oraciones que ella
de niño me enseñara.
Y alguno me dijo:
con ella nos vamos, acaba.
La hora ha llegado,
ánimo, y arranca.
A tapar ya iban
la mortuoria caja,
y entonces ¡un beso! ¡El último beso!
Di a mi madre muerta en su frente pálida...
Y pasan los días,
y los años pasan,
y el calor de ese beso tan frío
aún en mis labios quema como un ascua.
Juan José Botero