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A UNA MUJER

Ayer el alba amarilla,
Al anunciar la mañana,
Pintaba de tu ventana
El transparente cristal;
Ayer la flotante brisa
Daba a la atmósfera olores,
Meciendo las gayas flores
Sobre el tallo desigual.

Ayer, al rumor tranquilo
De la corriente vecina,
En la orilla cristalina
Se bañaba el ruiseñor;
Y pájaros, flores, fuentes,
Saludando al nuevo día,
Le prestaban armonía
En cambio de su color.

Ayer era el sol brillante,
El cielo azul y sereno,
El jardín fresco y ameno,
Y delicioso el vivir;
Eras tú niña y hermosa,
Sin rubor sobre la frente,
Tu velar era inocente,
Inocente tu dormir.

Tú reías y cantabas,
Niña o ángel en el suelo,
Y tus risas en el cielo
Eran guirnaldas tal vez:
Estrellas eran tus ojos,
Cántico vago tu acento,
Blando perfume tu aliento,
Luz de la aurora tu tez.

Entonces, niña, en tu mente
No resonaban las horas,
Ni apenaban seductoras
Fantasmas al corazón;
No te pintaba tu sueño
Entre la sombra callada
Un suspiro, una mirada
En voluptuosa ilusión.

Para ti no había tiempo,
Todo era paz, todo flores,
No había infierno de amores,
Ni fastidio del placer;
Un poeta te cantaba
Melancólicos cantares,
Y la voz de sus pesares
No comprendías ayer.

¡Pobre niña! ¿Qué se han hecho
Los delirios de tu infancia?
¿Qué has hecho de tu fragancia,
Marchita olvidada flor?
Tus hojas yacen quemadas,
Tu cáliz vacío y seco,
Tu tallo quebrado y hueco,
El sol no te da color.

Niña de los negros ojos,
¿A qué viniste a la tierra?
Rosa nacida entre abrojos,
¿Qué esperas del mundo, di?
Una brisa corrompida,
Fétida, hedionda, te mece,
Tu aroma se desvanece...
¿Quién demandará por ti?

Ángel mío, vuelve al cielo
Antes que el mundo te vea,
Que los placeres del suelo
Placeres malditos son.
¡Oh! Por el gozo de un día
No compres, no, tu tormento;
El cielo es sólo, ¡alma mía!,
De los ángeles mansión.

¡Hoy es tarde!... ¡Eres mujer!
Leo en tu frente humillada
El porvenir de la nada
Entre las huellas de ayer.
    Veo en tu rostro bullir
Ese torcedor secreto...
¡Tu velar es hoy inquieto,
Es inquieto tu dormir!
    Lívida está tu mejilla,
En desorden tus cabellos...
Mujer, mal prendida en ellos
Olvidada, una flor brilla.
    Anoche, en vez de oración,
Desesperada en el lecho,
Exhalaste de tu pecho
Sacrílega maldición.
    Que en el cristal transparente
Contemplastes aterrada
Del negro crimen grabada
La marca infame en la frente.
    Que mal sujeta a tus flores
Entre tus gasas y lazos,
Rasgando van a pedazos
Tu hermosura los dolores.
    ¡Ay! Inútilmente lloras
El desvanecido encanto;
Entre las ondas del llanto
No vuelven, mujer, las horas.
    Dióte el mundo oro y placeres
Cumpliendo al fin tus afanes,
Ídolo de los galanes,
Envidia de las mujeres;
    Y a luz salistes ufana
Con tu hermosura ¡oh mujer!
Sin acordarte de ayer,
¡Y sin pensar en mañana!
    ¡Ay! En la tumba concluyen
El gozar y el padecer
    Del mundo vano,
Y los vicios nos destruyen
Y nos matan ¡oh mujer!
Tarde o temprano.

Y tú, caída palmera...
Porque vendiste tu amor
    A precio infame.
Has querido, vil ramera,
Que a tus puertas el dolor
    Más presto llame.

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Tal vez lúbrico magnate
Te inundó por un placer
    De oro y cariño,
Y mientras su rey combate,
Él te cobija, mujer,
    Bajo su armiño.

Tal vez coronada frente
Descansó en tu impuro pecho,
    Tu amor comprando,
Y hoy el mendigo indigente
Te negará el pobre lecho,
    Tu frente hollando

Pasaron, niña, los días,
Con ellos las ilusiones
    Infantiles,
Con ellos vienen impías
Las tormentas y aquilones
    De tus abriles.

Con ellos llanto y dolores,
Remordimiento, amargura
    Y desengaños:
Que en sus pliegues roedores,
Gala, placer y hermosura
    Hunden los años.

¡Murió! La voz de la fatal campana
Apagó su memoria y en oración;
Nadie su nombre buscará mañana;
Yace su tumba en fétido rincón.
    Aquel clamor fatídico y doliente
Se plegó entre las flores del jardín,
Vibró con los cristales de la fuente,
Rodó sobre los brindis del festín.
    Y en oculto elegante gabinete,
Brusco y agudo penetró también,
Y se estrelló entre el humo del pebete
De alguna hermosa en la tocada sien.
    Pero una sola lágrima, un gemido
Sobre sus restos a ofrecer no van,
Que es sudario de infames el olvido.....
¡Bien con su nombre en su sepulcro están!

autógrafo

José Zorrilla


José Zorrilla

inglés Translation by James Kennedy

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