TRAZO
Se diluye la ingente
curva de la montaña. El sol se aleja
por entre motas de color de aciano.
Ni un chopo, ni un cortijo. Y bajo el puente
de bejucos, que finje áspera ceja,
se abre con sueño el ojo del pantano.
Ojo que mira sin cesar, que aduna
la voluptuosidad del sibarita
y la extraña neurosis del asceta.
Y alma sin fe de la acuarela, una
cigüeña, filosófica, medita
como yo, que hoy no tengo una peseta...
Luis Carlos López