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A DON QUIJOTE

                        I

¡Oh noble caballero que en tu rucio,
viejo, mohíno, descarnado y reacio,
vas con la vista fija en el espacio
a riesgo de romperte el occipucio.

¿Quién que ha visto tu traje pobre y sucio;
quién que sabe que el mundo es tu palacio
creyera que hay un alma de topacio
tras de tu rostro demudado y lucio?

¡Oh noble caballero: el brazo recio
esgrimir contra el mal es pobre oficio
que a comprender no llega el vulgo necio;

Mas no estéril será tu sacrificio:
que al rostro han de escupirte su desprecio
los que escupirte no podrán su vicio!

                        II

                  Desencanto

Sigue siendo terror de los Merlines
y escarmiento de pillos y follones,
¡y cumple tantas nobles ambiciones
que olvidan los modernos paladines!

No te importen la envidia de los ruines
ni la burla de torpes corazones,
pues nunca el bueno encontrará razones
que le impidan cumplir sus nobles fines...

Pero ya corres, vuelas, vas y vienes...
¿Es que has visto quizás a cien rufianes
que a una doncella llevan en rehenes?...

¡Corre, vuela a vengar tales desmanes!
Mas... ¿qué ha sido señor, qué te detiene?
...¡Un molino, un rebaño, unos batanes!

                        III

                  ¡Adelante!

Mas no importa! Tu fe te presta amparo
contra los desengaños, que el decoro
de tu noble misión es como el oro:
lo purifica el fuego y lo hace caro.

No reparas, por eso, en el descaro
ni en la burla de imbéciles que a coro
ríen de tí: tu audacia es un tesoro
para los malos y los necios raro.

No te importan, lo sé, porque seguro
estás de la Justicia, ¡oh noble ibero!
que es el Sol esplendente del futuro...

¡Y que te llame loco el Orbe entero!
que para el blando de alma o de alma duro
serás en todo tiempo ¡EL CABALLERO!

                        IV

                  Peccavit

Yo también como el héroe infortunado
que por tomar del débil la venganza
montó en su rucio, requirió su lanza
y fuese en busca de su bien soñado:

Yo también como él entusiasmado
y con el pecho henchido de esperanza,
ideando en el vulgo a Sancho Panza,
lancéme al mundo, en mi valor confiado.

¡Mas ay! que como el pobre Don Quijote
ví caer de las burlas el azote
con impiedad sobre mi augusta idea.

Y entre aventuras mil, en mi camino,
quebré mi lanza entre aspas de molino
¡y a una Aldonza llamé mi Dulcinea!...

autógrafo

León A. Soto


León A. Soto

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