AL DOCTOR NARBONA, PIDIÉNDOLE UNOS ALBARCOQUES QUE HABÍA OFRECIDO ENVIARLE DESDE TOLEDO
Mis albarcoques sean de Toledo,
Cultísimo Doctor; lo damasquino
A un alfanje se quede sarracino,
Que en albarcoques aun le tengo miedo.
Vengan (aunque es la voz antigua) cedo,
No a manos del señor don Bernardino,
Que por negarle un cuesco al más vecino,
Degollaré sin cadahalso un pedo.
Si espiró el cigarral, barbo luciente
Supla las frutas de que se corona,
Cuando no anguila que sus tactos miente:
De parte de don Luis se les perdona
La calidad de entre una y otra puente,
Como sean del golfo de Narbona.
Luis de Góngora y Argote, 1620