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ENDECHA

Callada noche de amor
En cuita de almas propensas
Que une las manos intensas
Con un remoto temblor.

Soledad de la ventura,
Donde el aire rumoroso
Sensibiliza un reposo
De jardín y de agua oscura;

Hasta parecer que al fin,
Nuestra emoción taciturna
Se dilata en la nocturna
Palpitación del jardín.

Como en una onda de tul
Nuestra quimera remonta,
Y la noche nos apronta
Su profundo lecho azul.

Melancólico cantar
Parece que se enajena
Con la anticipada pena
De lo que no ha de durar.

Y en la fútil muselina,
Tu brazo delgado y fresco,
A mi dolor gigantesco
Más íntimo se avecina.

Mi inquietud palpa en tu anillo
No sé qué vaga certeza
Para tu delicadeza
De amoroso huevecillo.

Y en las estrellas perdida,
Adivino que persiste
Tu mirada obscura y triste
Porque contiene mi vida.

Así en tu ensueño estelar,
Como en un luto hondo y bello,
Pone un romántico sello
La nobleza de penar.

Tu amor en la poesía
De tus ojos está expreso
Tan fielmente, que por eso
Se vuelve melancolía;

Pues si el beso da su encanto
Genuino a los labios rojos,
Es condición de los ojos
La fidelidad del llanto.

A mí te acoges mimosa,
Con la ternura infinita
De ser sólo una cosita
Pequeñita y deliciosa.

Tu seno que dócil late
En tu blusa conveniente,
Calma con gracia inocente
El fervor de mi combate.

Y al amor de un madrigal,
Te llamo entre dulces bromas,
Suavidad de Cuatro Aromas,
Como en un cuento oriental.

Mas ese instante divino
Que vive tu juventud,
Lleva en su misma quietud
La congoja del destino.

Cada murmullo de viento
Me dice, en soplo de muerte,
Qué cerca estoy de perderte
Cuando más mía te siento.

Qué graves son las quimeras,
Qué breves las alegrías,
Oh Suave  que morirías,
Oh mi Triste, si supieras...

Con temeroso recelo,
En cada vuelo lejano
Creo advertir una mano
Que te llama desde el cielo.

Si en la noche desolada,
Profundo sueño te mece,
Qué lóbrego me parece
Tu cabello en la almohada.

Y mi alma de amor transida,
Goza más con estar cierta,
Que nunca sabrás despierta
Lo que te quiero dormida.

Ya sobre el jardín sombrío,
De prímavera encantado,
El firmamento ha virado
Como un profundo navío.

En el follaje escondida,
Una estrella grande y clara,
Parece que nos ampara
Lejos del mundo y la vida.

Con análogo esplendor
Que en luz duplica tus huellas,
Tiembla llorado de estrellas
El cielo de nuestro amor.

En lo hondo de nuestro ser
La quimera se encapricha,
Y es más dulce que la dicha
La tristeza de querer.

autógrafo

Leopoldo Lugones


«El libro fiel» (1912)
Serenatas


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