TABOR
El silencio beatífico dejó mi ser hirviente
de músicas arcanas. Vi y oí, con San Pablo,
el misterio de Dios, y me horadó el venablo
de luz de los estigmas con signo indeficiente.
Mensajera divina, llovió sobre mi frente
tu claridad insomne la estrella del establo,
y con las mudas bestias me humillé ante el retablo
de Melchor, Baltasar y Gaspar, en Oriente.
Los profetas me dieron su voz estremecida;
deshojé con los mártires la rosa de mi vida;
loé en Asís la gloria de la naturaleza.
Y al par que en los fulgores de mi Tabor me hundo,
mi corazón irradia sobre la faz del mundo
como una viva antorcha de amor y de belleza.
Mario Carvajal